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En Penumbras... de Magda Robles

En penumbras es donde los sueños cobran vida, junto al crepitar del fuego y el danzar de las llamas...

Untitled

¿Cómo osas profanar palabras?

Usurpador del silencio
y su sagrada forma.
Acólito del ruido
y su carcasa vana.



Libre albedrío


¿Y si somos tan solo  el sueño
de un dios menor en su desgana?

Malditas sean
las estrellas negras de Carcosa
que un hombre impío ha iluminado.

Y maldito el nombre del dios ausente,
que aburrido de este juego
nos ha olvidado,

peones rotos y confundidos,
sobre un  tablero desmantelado.




Sin nombre...

Recogen manos de sal
esta tristeza azul
sembrada
a los lados del camino.

Y sé que nada importa
ahora, una vez más
ante esta silla vacía
que muestra que la ausencia
no es más que un espejismo.

Somos nuevamente dos
extraños en este paraíso
que se va resquebrajando
de la piel a los cimientos.

La tarde es fría, la noche 
calla. Y es, en la esquiva 
huída, que pájaros buscan 
otros labios nuevos
en que posar sus alas.


"White lie", by Len-yan

Sin nombre


Y cómo habitar
una casa
que quiere seguir
 estando muerta.
Aferrada a sus fantasmas,
a sus inviernos
de antaño y frío.
A las noches de borrasca
 y de silencio
a la lumbre de la vela.

Y como domar
el jardín inhóspito
vertido en selva
tras su lánguida agonía.
 A la rosa huérfana e insomne
emancipada en su desvelo.
Al quejido mudo de las aves
y las fieras mansas
en su abandono.

Y cómo hilar la burla
de tus manos en su frágil
apariencia de estar vivas
aunque sea
en mi memoria..



Spectral House, by Santiago Caruso

La Novia

“Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra”
.
I

De blanco,
- rota-
y radiante
va la novia.

Acequia mansa.

Dulce es la conjura que amenaza
descubrirla
entre sus fauces.

Y quizá un instante basta
para trazar la senda
que la  guía hasta otros ojos
enclavados
como un ciervo malherido
que no encuentra
refugio
en la foresta.



 II
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.”


                         Una luna sin jinete cabalga rauda por el silencio.

 
El fuego es un relámpago
que cruza la noche insomne
y tú..

Mi cuerpo y tú.
Páramo sediento,
agua frágil y anhelada
que palpita entre las manos
y el resquicio de esta boca
 que se niega a pronunciarte.

Tu cuerpo y yo,
espuma y canto.
Rugir de la montaña en la tormenta,
ocaso desvelado  enardecido,
caudal 
        ennegrecido
                de agua seca.

Sepulcro y llanto.




Alicia encadenada


El reloj inicia la llamada.

En el espejo surge
el animal inquieto
agazapado
en sus ojos
           que son tus ojos 
                        que son los ojos del abismo

de la sombra con que miras
cada día que amanece
a tu reflejo resignado
al destierro
            a este otro lado
                                 un día más. 




Sin nombre..


Puedes morder mi nombre y no llamarme.
Yo guardaré tu espina azul entre los dientes.


El silencio
            de los dioses
                         naufragados

es horizonte
            que se aleja
                         y se transforma

en el destierro
            de unas manos
                         de estas manos

que han nacido
            sin memoria.




Image by Pat Erickson

Sin nombre...

Porque hubo un mar que conocí de invierno…


me voy con ella,
me voy con él.

A dormir 
en el silencio
    sobre el limo

          (eternamente)
de esta noche 
     sin memoria


"Dimm Lönd" by Nona Limmen photography


Hallazgos.... "My female ghosts inside", de Isabel Fernández


No todas las historias necesitan de palabras, ni todos los poemas requieren de una pluma que desgarre el papel con su trazo. En ocasiones, con un pincel, y una mano con duende que lo sostenga, basta.  Este es el motivo por el que, aunque normalmente abro tan solo las puertas escritores y poetas en este espacio, necesito compartir estas  líneas acerca de un hallazgo, ya no tan reciente, de una pintora impresionante.


Debo comenzar afirmando que no entiendo de arte, más allá de saber si un cuadro me atrae o me deja indiferente. Desconozco los materiales que se usan, y mucho menos la técnica utilizada en  las obras (técnica mixta sobre tela o tabla en estos casos), más allá de los comentarios y explicaciones que ella misma ha compartido.

Como decía, Isabel Fernandez fue todo un descubrimiento para mí. Llegué a ella gracias a “Bees”, uno de sus cuadros más inquietantes, y a la par más atrayentes.  Vi la imagen, ideada para ser portada de una obra literaria, (Didascalias, de Emilio Ballesteros) y me impactó de tal forma que no pude evitar comenzar a curiosear hasta dar con más trabajos de su creadora.  Así, me tropecé con “Watch me burn”, dama siniestra, profética y atormentada que conjuró un “ente” similar que de forma particular me acompaña desde niña,  y tuve la certeza absoluta de que, aunque la artista ni siquiera sabía de mi existencia, pintaba para mí. Así de rotundo.


Poco tiempo después,  aún sin conocernos, y por un curioso guiño del azar, me vi a través de sus ojos, y se confirmó esa sensación. Desde ese momento he seguido muy de cerca su trayectoria, en mi necesidad de experimentar y disfrutar más de cerca  de su trabajo.

Estos días en Granada hemos tenido la fortuna de poder disfrutar de una retrospectiva de parte de su obra, centrada principalmente en la figura femenina, bajo del nombre de “My female ghosts inside”.  La misma tarde de la inauguración pasé a verla, y reconozco que a día de hoy aún no he asimilado totalmente las sensaciones que esos “fantasmas femeninos” me provocaron. Y es que el conjunto de obras que componen esta exposición crea una atmósfera tenebrosamente lumínica, onírica y real, devastadora y a la par cargada de esperanza, que absorbe al público según entra en la sala, y lo lleva de la mano  durante todo el recorrido que componen los dieciocho cuadros allí expuestos.

La obra de Isabel no es tan solo tremendamente inspiradora, desafiante,  provocadora incluso, sino que plantea un feroz interrogante que obliga al espectador a preguntar, y preguntarse, qué hay más allá de cada objeto y cada capa de color, en un intento,  tal vez vano, de ahondar en el misterio que contempla.  Marcado por una dualidad constante, (diría que hay obras que van necesariamente de la mano para adquirir su sentido pleno), el universo pictórico de Isabel es brillantemente oscuro, y mutable según los ojos que lo contemplen, ya que a cada uno nos ofrece parte de una historia que ya llevábamos dentro sin saberlo,.  Así,  los ojos sin vida,  la sensación de angustia y el malestar ante los insectos devoradores que han anidado en la boca indefensa  de la joven  protagonista de” Bees” se tornan de repente en una petición de auxilio para romper la mordaza que oprime esos labios, en un desprenderse de la sombra maligna que habitaba el cuerpo, en un atisbo de esperanza y vida encarnado en esas diminutas abejas que conceden todo su sentido al cuadro.

Cabe destacar la fuerza que emana de cada uno de los cuadros, incluidos los pequeños en tamaño. Niñas desprotegidas y visionarias, frágiles doncellas, damas rompedoras, criaturas mágicas de augurio incierto, rodeadas  siempre de una naturaleza agreste, salvaje, decimonónica, conforman la muestra.  Los rostros, sus miradas, son capaces de traspasar el lienzo que los contiene y lanzar un grito silencioso que ninguna persona que los observe es capaz de ignorar.  Y son de alguna forma el señuelo que atrapa al lector/espectador, que una vez siente el canto de sirena de estas niñas/damas no dejará de intentar tirar del hilo, escudriñando cada detalle que le permita descifrar el enigma  que encierra cada cuadro/historia.

El simbolismo que impregna cada cuadro, no tan solo en la propia figura protagonista,  sino también en los detalles aparentemente ínfimos o superficiales, nos habla del paso del tiempo,  la rutina y su desgaste,  lo correcto en lo incorrecto, la norma establecida  y la necesidad resquebrajarla,  la fuerza vital del amor, y sus venenos.

Y es tal la maestría de la artista que es difícil resistir la tentación de tender la mano, de romper las cuerdas, de abrir las jaulas, de unir el grito propio al silenciado… otorgando al eterno femenino la voz propia que por fin le corresponde.


Reseña de La costumbre de ser lluvia, de Fermín López Costero



Título: La costumbre de ser lluvia 
Autor: Fermín López Costero 
Editorial: Entorno Gráfico 
ISBN: 978-84-16319-19-0 
Nº de páginas:80 
Colección: El torno gráfico de poesía, nº9 
Reseña de Magda Robles León 


“Llueve en silencio, que esta lluvia es muda 
y no hace ruido sino con sosiego.” 


Leo estos versos del portugués Fernando Pessoa, e inevitablemente regreso a otro poeta, berciano en este caso, y su “costumbre de ser lluvia que empapa de melancolía//el vuelo de las golondrinas. // La costumbre de llevar en la memoria una luz amarilla //que titila en otra ventana.” 

Fermín López Costero (Cacabelos, León, 1962) es el autor de estas líneas, que podemos encontrar en un libro que toma su título del citado poema, “La costumbre de ser lluvia”, y que pertenece a la colección “El Torno  Gráfico de Poesía”, editado por la editorial Entorno Gráfico de Granada. Articulista, maestro del relato y el microcuento, y excelente poeta, López Costero nos ofrece ahora esta lluvia literaria del Noroeste peninsular, que empapa por igual de júbilo y melancolía la Galicia de Rosalía de Castro, la Asturias de Clarín, el Bierzo galaico-leones de Antonio Pereira y el norte portugués de Miguel Torga. Se trata de alguna forma de una continuación algo menos tenebrista de su anterior poemario, La fatalidad, y que me atrevería a decir que enlaza de igual manera con Teatro de sombras, aunque esta última publicación pertenezca a un género distinto, como es el del microrrelato y/o cuento.  

Todo libro es un viaje, así que antes de adentrarnos en éste encontramos, a modo de advertencia sobre el dintel de una puerta imaginaria al universo que el autor comparte con nosotros,  un preámbulo que nos advierte de forma sutil acerca de todo aquello que encontraremos en el camino. Tras tomar impulso, y dar el “Salto”, nos encontramos en un “Sendero de ceniza”, título que da nombre a la primera parte del poemario. 
  
Este sendero nos devuelve a la infancia, a los pactos ingenuos con la locura, “a la casa que un día abandonaste”, al grito de angustia que el tiempo asfixia irremediablemente (“Vuestra desmemoria en mi tumba (…)// No permitáis que mi palabra perezca también// entre tanto desconsuelo.”), y a la rabia, vencida al igual que la juventud, pero aún latente en los versos del poeta demiurgo. Y a la par nos muestra a toda una serie de personajes mitológicos, literarios, históricos y del mundo de las artes que hacen sentir al lector que, de alguna forma, no se encuentra solo en este particular viaje de descenso a los infiernos. Porque es precisamente ese el destino que sugiere la ceniza: símbolo de pecado, dolor y muerte, de materia consumida por el fuego y eterno recordatorio de lo efímero de la vida, la ceniza cubre de oscuridad y sombras la enfermedad, la locura, la senectud y el olvido que dominan esta primera mitad del poemario.   

Sin embargo, el poeta revierte el malditismo que impregna sus propias letras, y escapa de estos senderos asfixiantes que ahogan el frescor del agua tan vital para la existencia al permitirnos vislumbrar que esta ceniza es también fruto de una necesaria purificación y regeneración a través del fuego (recordemos la figura mitológica del ave fénix), hermanándose en este sentido con la lluvia venidera en los siguientes versos.  

La lluvia de la segunda parte se eleva como un canto a lo vivido y la nostalgia, y se transforma en esperanza, en promesa de regeneración, fertilidad y vida nueva.  Quizá no humana y mortal, pero si eterna en y más allá de la palabra. Pues ¿acaso no es ella, la palabra, la vida cierta del poeta?  

Así, hemos de “abrir los ojos a otra luz” y “los oídos a la lluvia // (rechazando) esa melodía triste, de ceniza//que alfombra nuestros pasos// y evapora el licor de las palabras”. Y una vez logrado esto podremos unir nuestra voz a esta plegaria, que casi cierra el poemario, y que nos permite afrontar con valentía el resto del camino al ir más allá de lo real y lo aparente al pedir... 

“En vez de alas, pétalos, 
para volar con la suavidad de un arcángel 
sobre las praderas cuajadas de enardecidas amapolas. 

En vez de alas, arrojo, 
para ir tras la luna sonámbula 
que camina sobre la humedad silenciosa de los tejados.” 

Hace un tiempo leí de un escritor que son los versos que hacen hogar aquellos que verdaderamente le interesa descubrir. Son éstos poetas y poemas que llegan para quedarse en la más profunda intimidad con el lector. Versos que parten y traspasan, que se integran en el entorno vital e intangible de aquel que lee, y le ofrecen a la par bálsamo y cobijo. Poemas que transforman la vida herida en una herida bella. 

Es esta una búsqueda que comparto. Y es gracias a La costumbre de ser lluvia que este pequeño hogar poético que es mi refugio se encuentra hoy más habitado. 

P.d. Debiste haber visto esta reseña publicada, Femín... Lleva buen viaje, querido poeta. Inmensas gracias por tu legado literario. No perecerá tu palabra, a pesar del desconsuelo.

HORAS DE ARENA

"Al reloj de nuestra existencia
un arcángel de plata le hurta la arena.
Se la lleva en una carretilla desvencijada
mientras cavamos nuestra fosa.

Esta noche llueven ausencias
y llueven también horas, tristes horas, 
famélicas, soñolientas,
de arena húmeda y pegajosa.

Nunca nos habíamos sentido tan desamparados
los habitantes de este lóbrego soportal,
viendo pasar el frío,
viendo pasar el carro de la muerte,
tan dubitativo, tan renqueante."


Ni una más...


Por ellas.
Por sus hijos.
Ni una más.


Siempre supe que venías a matarme.

Y a pesar de ello, doblé mis pasos
y me amoldé a las huellas
traidoras
marcadas
por unos seres que
no han sangrado nunca.

La rutina
tu fracaso
me fueron resquebrajando
y sin embargo
cada luna obtuve mi venganza.

La maldición del fruto envenenado rodó por la pendiente.

No me dolieron los golpes,
ni la voz rota
ni el alma herida,
pues cada tarde
en la soledad del vientre

encontré el consuelo de otro abrazo
y otros ojos
y otra risa no nacida
para no morir
nunca en tus manos.


 by Anke Merzbach

The puppet master...

“I am entirely alone. I and my shadow fill the universe.” 
Angela Carter


Hace invierno. 

La tarde no sabe de nostalgia.
Sí del tráfico de cuerpos y  vidas
acorraladas en el abrazo indigno
de este tiempo carcelero.

Horas calcinadas, días inasidos
que resbalan por ojos ciegos.
Ruidos que ocultan la brecha
siempre abierta en un mañana
que está siempre por llegar.

Hombres que no saben ya
del frío que muerde sus pisadas.
Cáliz negro. Viudas blancas,
ancianos arropados en azufre y afonía.
Niños con la muerte en la mirada.

Bocas que no buscan,
lluvias que no lloran
altares regocijados en vientres
abiertos al sacrificio.

Y por todas partes sangre.
Sangre transparente
de almas que se desangran,
Sangre que no mancha y así no acusa.

Mas a  pesar del hambre
  y el miedo
    y la ausencia
      y la huida

la sombra de un dios observa
            impasible 

y se goza silenciosa
     en su derrota
       un día más


Mort, petit

Te presiento.

Responden tus pasos
a un ancestral latido.

De sal, el goce.
La herida de los cuerpos.
La tormenta desatada en la caída.
El fin del sueño.

El fuego último
que abrasa la conciencia.
La muerte sometida
y el desnudo.

El vértigo perdido.
(mi)
silencio.




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