¿Qué será para el poeta el ethos recurrente que pone orden en su
vida, sino el ordo amoris[1]?
Si el principio creativo (poeisis[2])
rige el ser de su conciencia vital (que es mucho más que literaria, si en
verdad es poeta y por lo tanto creador) y conduce consciente e
inconscientemente su tránsito existencial hacia la razón de ser -y de
subsistencia de vida-, aquel orden que anunciamos presidido por el amor, será
la ética que ordena el sentir potente pero desdeñado, rechazado, arrojado, como
de ángel caído desde el reino del amor supremo que una vez tuvo de la mano de
Dios mismo, y que en virtud de su venida –caída- a la tierra mortal del dolor,
ha de convertirse en el deber ser de la entrega incondicional, en la razón de
amor, en fin, que dé sentido al fuego creador del poeta. He aquí, muy
sintéticamente, el ser y el deber ser
que reviste e inviste los versos de En piel
de este ángel caído[3],
de la poeta granadina Magda Robles León, en este su segundo libro de poemas
publicado en Entorno Gráfico Ediciones, en su bella colección El torno gráfico.
Si
la voz de la poeta es semilla [4]
que ha de morir[5]
–entregarse incondicionalmente- para generar vida, es pues, el amor, ante la
caída al mundo de lo mortal, lo que ha de salvar al ángel creador –poético-, en
virtud de sus frutos, pues dará fuerza moral al acto creador para ser
plenamente compartido. Si te despojas del verbo (sagrado que nombra lo
inefable) será posible encarnar el objeto amoroso aun sin la voz e incluso
misma de la poeta,[6] se habrá
conseguido el amor que dura, desprendido de la carnal y efímera resistencia del
deseo, más allá de la muerte, y es que para Magda Robles el acto de entrega verdadero es
la conjunción del acto divino y el humano en el único punto de coincidencia de
valores, cual es el amor genuino.
En piel del ángel caído, sí, es un libro
de amor, donde el tópico –siempre prodigioso- ha nutrido la tradición más
excelsa de la poesía universal en no pocas páginas memorables y que sigue
propiciándose ricamente en la literatura de nuestra modernidad, no obstante, no
verán en estas páginas desfilar el fastidioso, sentimental y acaramelado
torrente de romanticismo trasnochado que empalaga con su lamentable llanto el
amor como fuente de tortura lacrimógena hasta el hartazgo, muy al contrario, el
amor como paradójica y sobria potencia de pasión hacia la verdad y la belleza
en la que se pierde la poesía al contactar con el objeto amoroso y mediante la
que reconoce el impulso generador de cualquier aspiración en el mundo, si es
verdaderamente creativa: el amor. Amor que, si es genuino, se diluye en la
verdad y la belleza del ejercicio poético, que es además, la manifestación del puro predominio de la
poesía. Así las cosas, el amor y poesía –casi juanramonianos- se vierten en
estos versos con la pasión del que intuye que la plenitud del alma radica en la
comunión del ser y el deber ser que el amor verdadero implica en las vidas del
espíritu, no obstante, sensorial sensible y sensitivo del poeta verdadero, y
que Magda Robles nos muestra con un comprometido ejercicio de amor y poesía en
estos versos de En piel del ángel caído.
Muy
bien pudiera ser el amor en estos poemas el orden justo y también objetivo que
Max Scheler[7] aspiraba
en su ideal tan sabia y cristalinamente. Estos versos muestran el
reconocimiento de la poeta de la realidad del ser mostrada por el amor, el cual
que permite ver en el amado y la luz poética que lo descubre nada menos
que a otro yo mismo. El alma enamorada
dícese que canta la perfección de la forma[8]
más allá del goce estético pero que vuelve a él en tanto que la pasión acaba
por atenuarse.
Veremos
cómo el amor también adquiere en esos versos el sentido pascaliano mediante el
que entrega el corazón, en realidad lo hace a las cualidades de la persona
amada, si es que siempre el otro será terra
incognita a la cual se ama precisamente por esa cualidad de diferencia[9].
Si el amor es De carne y tiempo,[10]
lo será a tenor de que la conciencia amorosa y aquel ethos –ética- que anunciaba al principio se ofrecen en una secreta
afinidad, manifiesta en esta visión sumaria de excepción que es, En la piel del ángel caído, y donde el
Eros es ya moral inextinguible, y aunque
hacer el amor es languidecer ante la
realidad del imposible dominio del otro, y es que esa separación es inevitable,
no hace sino confirmar la relación amorosa verdadera.
Si
para el poeta hay una clara lógica poética que rige los designios de su arte,
para el enamorado es también imprescindible el reconocimiento de su razón de
amor que, acaso, no dicta mucho de aquella que alimenta a la del poeta. Pero la
realidad es que son muy pocos los que penetran en el significado del amor (y de
la poesía), pues bien, aquí encontrarán sendos y hermosos argumentos con los
que poder disfrutar e indagar en sus profundos y deleitosos misterios, sobre
todo ante la degradación y empobrecimiento de dicha significación que hoy acaba
orientándose hacia la materialidad que expone con evidencia la decadencia
interior del ser humano de la modernidad.
Más
allá de lo físico y sentimental (lejos de la pandemia regresiva de lo sexual), En piel del ángel caído, de Magda Robles
León, se ofrece como una respuesta al prejuicio material evolucionista en sus
contenidos poético amorosos, en el que el amor mismo se sitúa lejos tanto de la
moral sentimentaloide, como de la herencia material evolucionista que muestra
el sórdido mundo de lo sexual como un fin en sí mismo, anclado en la
ancestralidad primitivista, sino como la caída y la regresión de un impulso que
no pertenece a la esfera biológica[11]
tanto como al impulso creador, capaz de colocar el poder del fuego creativo a
disposición del alma sensible e inteligente y capaz de trabajarlo, y es que
solo la pasión que incide en el amor es el
único que en el ser humano propicia la unidad fulgurante del ser en la belleza que es la poesía.
Francisco Acuyo
[1] El orden
que propicia el amor en el más pleno sentido agustiniano y que ocupa lo más
alto de la jerarquía de los valores.
[2] Poeisis,
como potencia creativa originaria y que deriva del ser en plena conciencia, que
diría Platón: causa que convierte cualquier
cosa que consideremos de no-ser a ser.
[3]En penumbras se hizo verbo, Jizo
ediciones, Premio Cervantes de poesía de
la ciudad de Armilla, Granada, 2013.
[4] Sea esta
voz semilla tuya. // Perpetua. // Esparcida
al viento.// Del poema que abre el libro, Declaración de intenciones.
[5]De cierto os digo que si el grano no cae a
tierra y muere, queda él solo, pro si muere lleva mucho fruto, Juan 12-24.
[6]Te encarnaré en vida // si te despojas en mí. // Del poema, Desnudo.
[7] Scheler,
M. : Ordo amoris, Caparrós editores,
Madrid 1996, p.21.
[8]
Finkielkraut, A.: La sabiduría del amor,
Gedisa, Barcelona, 1993, p.46.
[9] Véase a
Levinas E.: El tiempo
y el otro. Paidos Ibérica, Barcelona, 1993.
Tener amigos que conspiran "contra" ti es así de maravilloso.... Me guardo aquí este regalo, que tiene su refugio en el blog Frente al silencio, para no perderlo. Gracias...
Loida Ruiz Rodríguez. Reseña de: "En piel del ángel caído" de Magda Robles León. El Torno Gráfico Ediciones, Granada 2016.
¿Cómo no estremecerse ante cualquiera de los poemas de Magda Robles?
Descubrí la obra de esta autora gracias a las redes sociales y blogs donde, generosamente, vierte su poesía. Más tarde me llegó en papel. Todo un placer leerla en este formato... Quienes conocemos algo de su obra sabemos de la facilidad con la que sus versos logran conmover, en el sentido más horaciano de la palabra.
Con su último libro, En piel del ángel caído, la granadina continúa con una poesía evocadora, íntima y profundamente comunicativa. Una evolución sobre el camino iniciado en su primer poemario, En penumbras se hizo verbo, XVII Premio Nacional de Poesía "Miguel de Cervantes" de la ciudad de Armilla. Una confirmación ampliada y evolutiva a la voz propia de una poeta que, pese a su juventud, imprime en su obra una solidez y hondura emocional propias de una poesía con un amplio bagaje.
Con el título se nos sitúa ante el mito del ángel caído: Lucifer. Ángel, de luz y de tinieblas, inspiración para poetas. El mito del ángel caído cobra importancia desde la Literatura romántica (de gran importancia para entender el quehacer lírico de la autora) ya que en él se identifica al poeta como tal, esto es, un ser que pese a estar marginado por una sociedad materialista y poco espiritual se muestra como el más capacitado para enfrentarse y dar salida y explicación a través de la palabra, el verbo, a los sentimientos más humanos pero menos racionales. Se pone así, la autora, en piel del ángel caído para hurgar en lo más profundo de su alma y en los recovecos más oscuros de la condición humana: “Me conjuras./ Y soy Sherezade/ hilvanando roces y letras/ en mil noches sin retorno” (SHEREZADE); “Ser caído y ser ángel/ en esta fugacidad de pieles/ y la eternidad de un instante/ en que desaparece el mundo” (ANGELS WITH DIRTY FACES).
No parte en este último libro de la dicotomía Vida y Muerte, pero consigue llegar a estas y otras cuestiones a través del Amor. Porque EPAC presenta una poesía de fuerte carácter reflexivo y, pese a que se centra en el más intenso de los sentimientos humanos, el primigenio, poematiza también otras cuestiones universales. Amor, vida y muerte se funden finalmente porque “somos y existimos al amar” pero “todas las pasiones terminan en tragedia, todo lo que es limitado termina muriendo, toda poesía tiene algo de trágico”, en palabras de Novalis.
En los versos de EPAC nos encontramos la interpretación de un amor idealizado, imposible y soñado; del amor perdido, que se recuerda con dolor, de la espera ardiente y llena de deseo; del amor pecaminoso y redentor a la vez... Es el Amor, en su acepción más extensa e intensa, el que se nos dibuja en los versos de este libro. El amor universal que atraviesa épocas, desde el pasado, en el presente y hacia el futuro. Y se viste esta visión vital con ropajes ya conocidos. Nos envuelve su poesía en ecos de un morir de amor provenzal, de un amor barroco y místico que se encuentra en el germen de la poesía romántica pero, sobre todo, con un amor que hunde sus raíces en el Romanticismo inglés y norteamericano más oscuro y en la literatura gótica (no podemos olvidar la formación académica de la autora). Así nos ofrece Magda Robles en cada página su visión del Amor y de la naturaleza misma del hombre. Suenan con fuerza en su poesía palabras de Poe, de Keats, de Shelley, a ellos se dirige. De ellos toma esta concepción del amor romántico y del poeta como figura maldita. Dice Magda Robles en su poema INCARNATIO, “Somos ángeles/caídos sin derrota./Reflejos oscuros y mortales/de un dios que teme/descubrirse en carne” y nos recuerdan sus palabras a las de Keats: "El poeta es un ser sin identidad, lo es todo y no es nada; no tiene carácter; disfruta la luz y la sombra (...) Un poeta es el ser menos poético que haya, porque no tiene identidad: está continuamente sustituyendo y rellenando algún otro cuerpo (...) El poeta carece de todos, es imposible identificarlo, y es, sin duda, el menos poético de todos los seres creados por Dios (...)”.
A través de la palabra habla la poeta y conjura al sentimiento amoroso, se erige ante a él como sacerdotisa, se ofrece a recuperar la voz de poetas pasados y de poemas futuros y ofrece su semilla: su voz, “He necesitado/tan solo /trece mil latidos/y un instante /para nombrarte.(...)/Sea esta voz semilla tuya./Perpetua”. (DECLARACIÓN DE INTENCIONES)
Verso a verso, a lo largo del libro, encontramos el fruto de esta ofrenda. Y la poesía es su forma de redimirse ante él, se impregna de Amor para precipitar necesariamente su concepción romántica de la vida en la escritura, porque para ella amor, vida y muerte se conjuran en una tríada indisoluble para nacer en la palabra “Quizá este hurgar no sea más/que otra forma de nacer de nuevo” (QUIZÁ).
En esta visión del amor hay además una aceptación de la autodestrucción, de la tragedia, porque en él se deposita la esperanza en un renacer, en la armonía del Uno y el Todo y, por supuesto, el amor carnal se hace explícito en unos versos que tienen su lugar frecuentemente en el tálamo de los amantes “Recuerdo un tiempo/de árboles soñados./De inmolado aliento/entre sábanas hambrientas” (AMOR Y TIEMPO); “Ordena y desordena instantes/que aguardan tirados sobre la cama” (NUEVO DÍA). Es la presentación del sexo como milagro de la renovación, de la resurrección a través del contacto de los cuerpos “De renacer en ti/ y a través de ti/que restañas mi herida” (QUIZÁ).
El Amor en su más pura virtualidad, en su más amplia totalidad. A él se entrega primero, para ofrecérnoslo, después, en este poemario, porque “alguien debió avisar/de que venimos al mundo/con una bomba/oculta en el pecho” que “disfrazada de ternura” nos provoca placer, dolor, nos condena y nos salva a la vez.
Con una voz que encuentra su hábitat más natural en el anochecer, en el alba, entre arcanos y misterios que vaticinan deseos frente a la realidad que nos circunda; con una poesía repleta de símbolos y metáforas, donde lo onírico y lo real se funden “Me amaneces en las manos./ Eres el instante de luz/que eriza la piel/ y deja sentir cómo florecen/ jazmines en la carne” (LUZBEL)”; de choques y encuentros de figuras antitéticas y contradicciones imposibles, como contrario es el amor “Y la noche solo ilumina/una luz plagada de sombras.” (LINAR) ; con una disposición gráfica del verso que se adapta al contenido del mismo, con libertad, sin ataduras... la poesía de Magda Robles, insisto, nos conmueve y nos estremece.
Con su último poemario, En piel del ángel caído, ha sabido recoger el tópico literario del amor romántico y gótico y actualizarlo, con una poética original, que lo acercan más a la realidad del lector de hoy. Ya sólo queda tenerlo entre las manos y disfrutarlo, a ser posible acompañado de buena música. Mientras lo releo suenan de fondo voces que me incitan a disfrutar el silencio Enjoy the silence... Y acompaño su lectura con la música de Depeche Mode, creo que le viene que ni “
m
u
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o”...
Loida Ruiz Rodríguez. Reseña de: "En piel del ángel caído" de Magda Robles León. El Torno Gráfico Ediciones, Granada 2016.