No hay soledad de manos prendidas.
Nos buscamos.
Brotan suaves las palabras,
como labios en su primer
encuentro, traviesos e infantiles.
Es tu cuerpo el templo
que mi palabra habita
con la certeza de que el silencio
también tiene su propio lenguaje.
Somos ángeles
caídos sin derrota.
Reflejos oscuros y mortales
de un dios que teme
descubrirse en carne.
Criaturas de luz incierta
que moldean cuerpos
en cuerpos enredados.
Ajenos a la sombra.
Extraños
a la
muerte herida.
" de un dios que teme descubrirse en carne" Es inmenso este verso!
ResponderEliminarBellísimo y estremecedor tu poema!
Mil gracias lunaroja!
EliminarAbrazote!
Siempre mágico este rincón y tus poemas
ResponderEliminarun beso
Siempre bella tu presencia... un beso!
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