Si me vieras
cómo hundo las manos en tu tierra.
Y le hablo mientras esparzo
la semilla, para que no muera,
la semilla, para que no muera,
para que no extrañe tu canto en su agonía.
La tierra sabe que estos pasos
temblorosos que la buscan no son los tuyos,
y aún así me acoge hambrienta
y entregada.
Si me vieras
cómo escarbo en la niñez truncada
y sus rastrojos, para que surjan brotes nuevos,
para que malas hierbas no sofoquen
la vid antigua que todavía duerme.
La tierra sabe que estos ojos
malheridos que la caminan no son los tuyos,
y sin embargo me refugia atenta
y silenciosa.
Si me vieras cómo trazo líneas
indefensas por esta piel de antaño
que enmudeció con tu abandono.
Y cómo riego cada día estos surcos
de tierra que ayer eran de carne, y les pido
que me ofrezcan una nueva primavera.
La tierra sabe que esta voz
enmudecida que la llama tampoco es tuya,
y a pesar de todo me responde fértil
e incendiada.
Y le cuento
que estas manos que la hurgan son el fruto
de otras manos que fueron tuyas
y se quedaron..
Para aferrarse a las raíces de su árbol.
Y arrancar luz
de la noche
y el olvido.