Lo veo en tus ojos cuando tiendes la mano.
Tú y yo sabemos
del descenso a los infiernos.
De ese averno de mil cenizas,
y palabras malditas escritas al viento.
De un paraíso en escala de grises
que aborrece el azul celeste.
Yo me reconozco en la caída.
Sin embargo tú,
ocultas en incienso
el azufre de tu boca.
No quedan ya corderos suficientes
que sirvan de coartada a tanto lobo…
Magistral, Maga Magda. Es cierto, sólo reconociéndose en la caída es posible levantarse de nuevo, por mucho que duelan los huesos... y apartarse lejos de los lobos. Gran enseñanza.
ResponderEliminarMe halagas en exceso Francisco. Y dices bien, si no se aprende de la caída, de poco habrá valido... Gracias por tu visita, y tus palabras.
ResponderEliminar"Yo me reconozco en la caída"
ResponderEliminarY yo, Magda, a mí también me pasa.
Me chifla este poema.
Muaka, reina mora.
Qué mejor, ya puestos a que duelan las espinillas...
ResponderEliminarBesos acróbata!