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En Penumbras... de Magda Robles

En penumbras es donde los sueños cobran vida, junto al crepitar del fuego y el danzar de las llamas...

Reseña de "Alejado del tiempo", de Ramón López Pazos

Autor: RAMÓN LÓPEZ PAZOS

Ilustrador: Santiago Caruso

ISBN13: 9788494246593
Clasificación: Relatos
Tamaño: 14x21 cm
Idioma de publicación: Castellano
Edición: 1ª Ed.1ª Impr.
Fecha de impresión: Julio 2014
Encuadernación: Rústica con solapa
Páginas: 330
PVP: 15€
Colección: Mexuar
  
Reseña de Magda Robles León

Comienzo a tener la sensación de que todo libro que incorpore una ilustración de Santiago Caruso tiene algo especial que decirme. Hace algunos días cayó en mis manos Alejado del tiempo, opera prima del madrileño Ramón López Pazos, con “San Antón en el desierto” del mencionado ilustrador en su portada. Ya sabemos aquello que decía Oscar Wilde acerca de la tentación, así que sin pensarlo me dispuse a caer en ella. 

Reseñar un libro de relatos no es asunto sencillo, por la diversidad argumental principalmente; y para más inri, con esta obra que me estreno en lo que a este género se refiere… ¿dificultad añadida? Vosotros juzgaréis.

Alejado del tiempo es un volumen que encierra veintinueve pequeñas grandes historias entre portada y contraportada, y un nutrido grupo de personajes de la más variopinta condición, unidos en sus ficticias vidas por un mismo hilo conductor: la fragilidad del hombre ante su propia existencia. Podríamos decir que Alejado del tiempo es el refugio tras el que se esconden las distintas voces narrativas frente a un enemigo común: la vida, y con el avance de la misma, la en ocasiones irónica, en ocasiones funesta, corrosión del ser humano. Y es desde este baluarte atemporal que cada uno de los personajes nos irá desvelando las armas con que lucha, y los resultados obtenidos en esa batalla, en carne propia.

En el título ya encontramos la clave que permite al autor diseccionar los miedos y fantasmas que encierra la naturaleza humana: la lejanía de un momento concreto, la atemporalidad, convierten cada relato en algo factible y a la vez ilusorio. Desde el realismo más crudo a la magia, el misterio y la fantasía; desde la tragedia al drama, la comedia o el humor negro; desde la lágrima inclemente a la indiferencia o la carcajada ante un esperpento desenfadado; desde un pasado a un presente, y quién sabe si quizá hasta a un futuro incierto no muy lejano, la voz narrativa, o voces en este caso, conducen al lector por una amalgama de situaciones que irán desvelando la falacia de una sociedad enquistada en las apariencias y el qué dirán. Una sociedad donde, con ciertas reminiscencias kafkianas, se condena al ostracismo al diferente, y se decretan la soledad y el destierro como única medida “defensiva” frente al “otro”, entendido como aquel que no es igual a la gran masa. Una sociedad plagada de rituales, anquilosada en convencionalismos sin sentido y formas que resultan ridículas y vanas ante el vacío que aporta la rutina, y sobre todo ante la muerte. 

Esta postura crítica permea la casi totalidad de los relatos, aunque el tono utilizado sea muy distinto en cada uno de ellos.  Ramón López Pazos va moldeando en cada historia el lenguaje que emplea de manera habilidosa, y lo adapta de forma magistral a su propósito. Y curiosamente, quizá gracias a esta variedad de registros, sea que en no pocas ocasiones encuentra una historia desgarradora su contrapunto irónico en otro cuento. Sirvan de ejemplo estos relatos: si en “Bangtú” conocemos la crueldad e inhumanidad tan salvaje y descarnada que en demasiadas ocasiones se esconde tras la fanática máscara religiosa, en “Habemus Papam” nos deleitamos con una broma llevada al extremo por el protagonista, a través de la apariencia e  impostura. Situación similar encontramos al comparar “El mayor castigo”, donde la muerte golpea con saña, y “Escarceo con la parca”, segundo relato del volumen, donde el finado analiza su propia mortalidad con agudas pinceladas de humor (negro, pensarán algunos, yo diría que hilarante…) del tipo “No se muere uno todos los días, ahí radica el problema, en la falta de costumbre.” 

Como podemos observar, el autor juega a ser una Alicia creadora que transita por ambos lados del espejo. Nos muestra un mundo real, fácilmente reconocible y familiar, con el que el lector puede sentirse plenamente identificado. Una realidad en que el desengaño, la (des)esperanza, la sorpresa inoportuna, la tiranía de la rutina en la vida y la pareja, la fatalidad, los accidentes, e incluso los caprichosos dados del azar marcan el ritmo. Pero también nos zambulle en el mundo de los sueños y las pesadillas, a través de un universo fantástico poblado de súcubos, quimeras y demonios. Alejado del tiempo encierra un homenaje a Edgar Allan Poe en “La clínica”, o a través de sutiles referencias a otras historias del gran maestro del cuento de misterio que aparecen salpicadas en los relatos; existe un guiño a aquellas tiendas de los horrores donde comprar cualquier insólito artefacto es siempre posible; tropezamos con el miedo ante la imagen arrebatada, que se enlaza a los fantasmas de Dorian Gray o el hombre invisible; y nos embarga un angustioso temor al conocer la naturaleza de los hombres cambiantes, ante las distintas metamorfosis o trueques de identidad, y los no menos extraños “monstruos” humanos. No quiero dejar de mencionar un relato de tránsito, pues establece un delicado puente entre ambos universos, real y fantástico. Se trata de “19 Viudas”, un pequeño cuento que combina las particulares circunstancias de un patio de vecinos, ¿acaso existe algo más común y cotidiano?, con el terror psicológico más aterrador y refinado. Tras su lectura, os aseguro que el lector jamás volverá a mirar de igual forma a sus congéneres colindantes... Jamás.

Mas a pesar de este travieso lado oscuro, el lector no puede evitar sentirse fascinado por la magia de un libro que lleva la ficción más allá de sus páginas. Pues Alejado del tiempo es, en definitiva, un interesante catálogo de los miedos, certezas, azares, perplejidades, realidades e inexistencias que llenan la mochila vital de cada ser humano.

Sin nombre...

No sé por qué, ni cuándo,
dejé de ser de todas ellas
para ser tan solo mía.

La tránsfuga,
la ajena.
La visitante ocasional
en el espejo.
Al otro lado.

La sombra de otra voz
que reverbera en la memoria.
La siempre extraña.
La nunca escrita.


Días reptil...


Aún quedan por venir
días reptil
arrastrándose
hasta morder mis huellas.
Amaneceres
en que me buscaré entera
y solo encontraré pedazos.

Mudarán de piel
las horas,
y serán áspides
sedientas de inocular
ponzoña
que mate mi aliento
y  reviva tu trazo...

Do you love me...?

A veces te amé cuando te odiaba.

Y fue ese odio amor destilado.
Veneno bebido en tu boca.
Aliento de fiera insaciable.

A veces te negué al llamarte.

Y también tus labios me negaron
al besar aquella sombra,
cómplice e inerte,
que ocupó tanto vacío.

A veces
incluso
te odié
cuando te amaba.

Por saberme
extraña y rota
y aún así
seguir amando aquel misterio.




Untitled...

La luna le ha comprado
pinturas a la Muerte.
En esta noche turbia
¡está la luna loca!

Federico García Lorca


Vertida noche.

Cae tu manto
como pálida mortaja
sobre esta piel
de espuma
amanecida.

Se rompe el aire.

Pierde la grana su rubor
ante la carne
malherida en la derrota.

Aúlla el viento.

Letras de sangre
viste la muerte.

En la ventana
surca el silencio
una princesa
guillotinada.


Breves...

Quise ser aire,
y fui losa.

Quise volar,
y fui caída.

Durmiente...

Te supe frágil y desnudo”
Chantal Maillard

Frágil.
Eres tan frágil
cuando dejas atrás la piel,
vencido por tu propia sombra.

Niño.
Eres tan niño
cuando el reloj no marca
la vida en punto, y su derrota.

Es entonces,
cuando mis dedos rozan
tu alma dormida,
que te abarco entero.

Es entonces,
cuando el cuerpo no basta
para albergarte mío,
que un nuevo dios se hace milagro.



Breves...

Es la luna
erotizada
una joven
y pálida
muerta.

Doncella
infinitiva
en su pecado.

Amante
atemperada
en su misterio.


 (Superluna de septiembre, vista desde Granada)

A un cronopio...

Hoy no hay puente.
Hoy no hay Maga.

Y aún así llueve.

Y me llueves.
Y me empapas
en esta tarde colmada de letras.
Buceo en mi caja de útiles
buscando recuerdos inútiles,
(pues son esos los importantes).

Era amor,
y no era amor,
aquello que guardamos
en cajones vacíos
y cuartos llenos de humo.

Eran el gris y su desorden
en la ciudad desafinada.
Eran los lunes a medio gas,
y el frío.

Era el llegar siempre tarde,
o quizá demasiado pronto
a la misma encrucijada.

Eran las horas de jaula dorada,
de llaves perdidas
y puerta entreabierta.

Eran las manos,
que eran ojos,
que eran muslos,
que eran sexo,
que eran Maga...
Que eran nada.

Acción,
reacción
y decepción
sustituyendo desayuno almuerzo y cena.

Cicuta en verbo
en la ciudad desangelada.



Breves...

No queda agua.
Tan solo vacío
ante este salto.

Inocencia deshecha
y confianza  impostada
son los extremos
que tensan la cuerda.

Hoy
camino al filo
de la  espada.


Breves

Cada pecho es un sepulcro
que guarda
al menos
un corazón muerto.



Deseé alguna vez que un poeta me amase... Chantal Maillard


Poemas de Chantal Maillard, que no pude evitar traerme al blog...


Deseé alguna vez que un poeta me amase

Ahora duelen sus poemas en mi cuerpo‚
algo de mí que en él se reconoce hasta quebrar la imagen
de todo lo que fui.
Ahora deseo que me amase tanto que dejara de amarme
y sus palabras fuesen nieve
que el sol de junio fundiese entre mis pechos‚
allí donde su aliento insiste en acallar
esta tristeza antigua que siempre me acompaña. 

De "Semillas para un cuerpo" 1988

Intermedio

Entre una imagen tuya
y otra imagen de ti
el mundo queda detenido.
En suspenso. Y mi vida
es ese pájaro pegado al cable
de alta tensión,
después de la descarga.

De "Lógica borrosa" 2002
 


Te supe frágil y desnudo...

Te supe frágil y desnudo,
tan frágil eras, tan desnudo
que se quebró tu sombra al respirar.
Abrí la puerta y las voces del agua
adoptaron la forma de tu cuerpo.
Tan leve parecías, tan al borde
de ti
que la noche aprendió
el modo de dormirse sobre el rio.

De "La otra orilla" 1990 

Me desarmas

Me desarmas.

Y soy sangre
que habita el cuerpo.
Verbo que alumbra la tiniebla.
Cuerpo
transmutado en tinta.

Vino de letras embriagado
que atraviesa insolente la carne
y recorre cada línea
de este papel en blanco.

Dejando por mácula
tu nombre.

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