Deshaces cada nudo entre tus dedos,
y abandonas otras búsquedas inversas
para componer el puzzle
que mis trozos desperdigados
te sugieren desde el suelo.
Creas...
Y recreas la mirada
en la línea desatada de mis curvas
con tendencia a derrapar en la cuneta.
Esparces huellas abandonadas
en los pasos que olvidé por el pasillo.
Luchas.
Y hablas...
con la voz atemperada de la lluvia,
que me riega por dentro al beber tu boca.
Me muerdes la voz que desata la tormenta.
Siembras mis versos...
Y mis entrañas.
Nunca estaremos conformes del todo, insatisfechos patologicos, cuando lo que tenemos es mas que todo; es lo nuestro que es sencillamente así. Y para mas Inri tu lo metes en una caja de orfebrería fina que parece que rescataste de la Alambra.
ResponderEliminarLas cajas de costura siempre encierran mil tesoros... igual que la torre de los siete suelos. Va a ser el influjo de la Roja, si...
EliminarMucha pasión en tus letras.
ResponderEliminarBello, Magda.
Besos.
Días que me levanto con el pie izquierdo... jeje.
EliminarGracias Tomás, besos!
Precioso poema Magda. En eso consiste el oficio de los sastres.
ResponderEliminarUn beso.
Bello oficio en algunos casos.
EliminarBesos Juliette, gracias!
Otra maravilla granadí. Diríase que hablas de sexo, sin mentarlo. O de amor. Pero el amor es mentira. Lo único de verdad que he hallado en él es tanto, tanto dolor.
ResponderEliminarSexo, dolor, amor... a veces el mismo perro con distinto collar, ¿no crees? El amor no es mentira (por suerte!), el dolor que a veces causa, tampoco.
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