Creyó escuchar su voz en la distancia, pero ya no estaba. El vacío de sus pasos resonó por el pasillo, y una sombra dibujó el hueco en la que fue su silla. La ausencia se instaló de forma permanente en su cuerpo, y ocupó incluso un rinconcito en el armario. Vació el tercer cajón de la cómoda para guardar sus recuerdos, justo al lado de la ropa interior más delicada. Expiró su aroma y lo dejó colgado de la percha. En el último estante, de manera pulcra y ordenada, colocó los momentos arrancados al pasado, por tamaño, color, dolor e intensidad. Cubrió con un paño viejo cada una de las sonrisas, de forma que la herrumbre y la humedad no hiciesen mella. Tenía que conservarlas como nuevas. Por último, decidió embotellar sus lágrimas: podrían ser útiles en momentos de crisis. ¿Qué mejor condimento para aderezar un plato? Ese sabor salado arrancado al alma para alimentar el cuerpo...
Avanzó lentamente, y fue encendiendo sombras a su paso. Al llegar al final del pasillo, cerró despacio, casi sin hacer ruido, dio tres vueltas de llave... y dejó su vida detrás de la puerta.
Avanzó lentamente, y fue encendiendo sombras a su paso. Al llegar al final del pasillo, cerró despacio, casi sin hacer ruido, dio tres vueltas de llave... y dejó su vida detrás de la puerta.
Dolorosamente bello Magda y tan reconocible paso por paso, por que es así en ocasiones se deja una vida detrás de una puerta.
ResponderEliminarMe ha encantado y me ha emocionado mucho, un beso
Creo que estarás conmigo en que es una sensación maravillosa ver cómo palabras propias las hace suyas otra persona... gracias Ana por dejar huella. Un besazo.
ResponderEliminarPues me dejas sin palabras. Las más bellas las has pronunciado tú. Prefiero simplemente saborear cada frase, cada cadencia, cada imagen.
ResponderEliminarY te abrazo.
Gracias Guía...siempre aciertas.
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