Protege la ventana una alambrada.
Al otro lado, en su refugio,
una muñeca rota
juega
a columpiarse.
en una mecedora antigua.
Se balancea despacio.
Su pelo crespo,
azabache en otras lunas,
luce hoy encanecido por el polvo.
También hay polvo en las cuencas
rotas de su mirada.
A veces se oye un siniestro repiqueteo.
Es la lluvia y su “déjame entrar”
tocando a los cristales,
como si fuese un visitante
incierto y mal venido.
El lunario cuenta los días.
Y mientras, la muñeca espera
a que un soplo de brisa fresca
le traiga un golpe de suerte
y la ciegue al mundo
cerrando,
de golpe al fin,
la contraventana.
Oh qué belleza, cuanta delicadeza y emoción! Me ha conmovido profundamente este poema. Gracias!
ResponderEliminarMil gracias lunaroja!
Eliminartu poema en blanco y negro, la bella tristeza que encierra, la muñeca rota...me maravilla como moldeas las sombras y de la porcelana rota, del ronquido de la mecedora...de los rincones, de la umbría...sacas luz.
ResponderEliminarBeso.
A veces no soy yo quien dibuja la luz, sino los ojos que se detienen en estas letras...
EliminarGracias Jaime, un beso.
Quizás el mundo ya está ciego.
ResponderEliminarA veces me asalta esa certeza...
EliminarSiempre es un placer leerte! Que estés bien. Saludos
ResponderEliminarMuy bien Martina... gracias por tu visita!
Eliminar