Tan solo era una lágrima, pequeña, húmeda y salada resbalando por el rostro. Un suspiro de agua, una caricia mojada, que dejó tanto sin decir, oculto dentro de ella... Y según caía, inundaba el alma. En el rastro húmedo sobre la piel dejó sembradas culpa y sentimiento, dolor incluso...
Una lágrima que consumió un "te quiero", y lo obligó a morir antes de rozar la boca. El primer beso, y más aún, el primer engaño. Murieron con ella los besos no robados, el cuerpo que se perdió en la penumbra, el tacto de una piel. Esa amistad inquebrantable con quien comerse el mundo, mancillada al primer traspiés. Se llevó con ella abrazos y deseos, atardeceres que ya nunca verían el sol, tertulias y cafés sin compartir. Los juguetes y recuerdos de la infancia se vieron arrasados por su fuerza. El hogar que fue un día seguro se volvió de repente inhóspito y amenazante. Cuanta fuerza contenida en tan solo una pequeña lágrima...
El alma se empapó de pena, se emborrachó de ausencia y la dejo correr. Nació hija del vacío y la tristeza, se arropó con los silencios de una tarde gris, sintió celos del llorar de los cielos, y se hizo más audáz en su camino. Se alimentó de culpa, y creció de manos de la incertidumbre. Se deslizaba acariciando una tibia mejilla, casi con cariño... pero su beso dejó huellas en un rostro lastimado. Invocó fantasmas que torturaron la mente, encendió temores que se negaban a ver la luz, revivió heridas que se creían cicatrizadas hacía tanto tiempo...
Si las lágrimas pudieran relatar sus memorias, aprenderíamos muchas cosas. Pero tendrían que reconocer que desde hoy están en deuda contigo.
ResponderEliminarEternamente agradecida por tus palabras...
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