Se instaló, una pequeña presencia sin importancia, que casi pasó desapercibida hasta para el personaje pintoresco acomodado al otro lado de la barra. Mas al fin, sumergió asperezas y desgana en una humeante taza de café, y dejó escapar el tiempo entre sus dedos, sencillamente sin hacer nada. El reloj de arena movió montañas, el mundo exterior continuó su curso, y mientras ella se mantuvo perdida en una simple taza de café. Hasta que alzó la mirada…
Y en ese sutil deslizar de sentidos de un horizonte a otro, se detuvo levemente, y en su tropiezo cayó en otros ojos que la observaban. Eclipses de silencio detuvieron el mundo, y la nada llegó rauda para devorar a quien osado aminoró su paso contemplando esta escena: todos sobraban.
Por momentos transmitió verdades compartidas, secretos caducos e imperecederos que arrastraba en su mochila, como una carga. Con él, no necesitaba palabras. Cada fibra de su cuerpo tembló al ser reconocida en los ojos de un extraño. Se palpó incluso el conocimiento ancestral entre uno y otra, que impregnaba un aire que se negó incluso a ser respirado…no les hizo falta. Conoció miles de rostros que terminaban siendo el mismo, arrastró sentimientos encadenados que oprimían con tal levedad el pecho que asfixiaban sin llegar a matar, pero con él se vio libre de todo: él la escuchaba. Por eso le entregó su “aquí” y su “ahora”, y los trocó en eternos. Y acumularon vidas en un solo segundo: pasadas, presente, futuras, pero todas compartidas. Encontraron instantes que se hicieron eternos, ya que el mundo cerró sus puertas, se quedó vacío, y continuó su curso por y para ellos.
Un abrir y cerrar de ojos duró aquella mirada. Él apuró su copa, ella volvió a sumergirse en una helada taza de café. Después, cada uno siguió con su camino, seguros, convencidos de que antes o después volverían a encontrarse…
Me encanta, Magda. Luego te comentaré algo más
ResponderEliminarEs sencillamente precioso. Y sí me sorprende. Hay cosas que no dejan de sorprenderme leyéndote. Por cierto, el lenguaje es una delicia, lleno de metáforas. No sé por qué no te dedicas más a escribir relatos. Eso sí, sin dejar de lado la poesía.
ResponderEliminarGracias por guiarme hasta estos lugares de tu pasado de letras.
Un besazo, poeta.
Muchas letras para esta ansias... aunque quizá algún día me ponga a terminar los esbozos que tengo por ahí.
EliminarUn besote.