“Soy capaz de perdonar muchas cosas pero hay una en la que soy irreducible no le perdono a una mujer bajo ningún pretexto que no sepa volar, si no sabe volar pierde el tiempo conmigo…”
Nuevamente, un título del que apenas sabía nada, vuelve a sorprenderme. No entiendo demasiado de cine, como de muchas otras cosas, solo sé si algo me gusta, o no, sin más razones: y desde la primera escena, me quedó muy claro que iba a disfrutar de esta película. Habrá quien pueda considerarla extravagante, y lo es sin lugar a dudas, e incluso demasiado descarada, y también tendré que darle la razón. Mas diré que desde mi punto de vista, lo que debía ser el relato de la insulsa existencia de unos seres grises y anodinos se reveló como poesía en estado puro. No solo porque gran parte de los diálogos sean poemas de Mario Benedetti, Juan Gelman, y Oliviero Girando, incluso el propio Benedetti aparece fugazmente intentando seducir a una prostituta de cabaret a golpe de verso, sino porque todas y cada una de las imágenes rezuman poesía.
Dirigida en 1.992 por Eliseo Subiela, culpable también del guión de la misma, música de tango y bolero servida por Osvaldo Montes, dan vida a los protagonistas, Darío Grandinetti en la piel del irreverente Oliverio y Sandra Ballesteros como nuestra chica de burdel, Anna.
En un Buenos Aires post dictatorial, Oliverio nos sumerge en una vida de arrabal y cabaret. La historia nos presenta un mundo de prostitución, de cuerpo y de palabra, ya que no solo es clara la profesión de Ana, sino porque Oliverio también lo es desde mi punto de vista: poeta que pretende no morir en el intento de publicar sus poemas, vende sus rimas a cambio de un filete, o unas cuantas monedas. Prostitución, al fin y al cabo.
“Como amar sin poseer, como dejar que te quieran sin que te falte el aire, amar es un pretexto para adueñarse del otro para volverlo tu esclavo, para transformar su vida en tu vida. Como amar sin pedir nada a cambio, sin necesitar nada a cambio.”
Esta es una de las primeras afirmaciones del protagonista, ante la insistencia de que siente cabeza, y busque pareja. Quizá algún día encuentre la respuesta. Mientras tanto, seguirá la lucha.
La ironía de las primeras escenas se mantiene a lo largo de toda la cinta. El poeta es un ser original, desenfadado, en claro conflicto con sus múltiples personalidades, con quienes mantiene serias disputas, e incluso mantiene encerradas en el armario. En su colada encontramos tanto calzoncillos como versos. Es un Peter Pan con un único anhelo: encontrar a una mujer que sepa volar. Y yo me pregunto… ¿jamás se paró a pensar que un ser que necesite volar, será difícil de retener en una jaula, aunque sea la de su locura?
Esa necesidad existencial de encontrarla a “ella”, es el motor que impulsa sus días. Mientras va de cama en cama y comparte su vida con otros dos bohemios. Seres viviendo al otro lado del espejo de esa realidad a la que estamos acostumbrados. Como contrapunto, unas gotitas de cordura, un intento de que el poeta siente la cabeza y deje de soñar, servidas por la propia muerte. Dije bien, la Muerte, bajo la piel de Nacha Guevara. Porque es ella a quien en una primera toma de contacto yo erróneamente identifiqué con una ex mujer, o amante materialista incapaz de vivir con un soñador, torturándolo con su insistencia para que encuentre un empleo. (Mea culpa, al dejarme guiar por mi mente plagada de estereotipos). Pragmática, tímida, profesional, empequeñecida ante los desplantes del autor: él será el hombre que venció a la muerte, enamorándola. Muy interesantes los diálogos mantenidos entre ambos, sobre Dios, el trabajo, la vida, siendo los instantes más reales en esta fantasía de extrarradio.
La metáfora deja de serlo para volverse literal, y visual, sobre todo en las escenas más pasionales. Tan solo mencionaré alguna, entre mil, que me impactó especialmente, y que pone de manifiesto la intensidad de su entrega: cuando ama, ofrece su corazón, cuando posee a quien ama, lo hace de forma total…
“Iluminaste el lado oscuro de mi corazón.”
No pude evitar relacionarla con otras películas especiales para mi en momentos puntuales, la concepción del amor que defiende alguno de los personajes, los diálogos mantenidos a través, y a pesar de la distancia, contemplando una misma puesta de sol… Pero esas son otras historias, y serán o ya han sido contadas en otra ocasión.
Como siempre, una reseña impresionante, querida amiga. Tienes un don.
ResponderEliminarBesos.
A ti, por seguir siendo fiel a mis palabras.
ResponderEliminarAdorador de Oliverio Girondo, descubrí esta película de manera fortuita y me fascinó. Su disfrute es una acción recurrente desde entonces.
ResponderEliminarA mi juicio, mucho mejor que su secuela. Gracias por tu brillante crónica, Magda, coincido contigo.
Te ocurrió en ese caso igual que a mi, también la descubrí casi sin darme cuenta... y coincido en lo de que segundas partes, eso.
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