Inexorables pasan, hora tras hora,
las hojas del aciago libro del tiempo,
novela nefasta que no permite volver atrás
y releer aquello que no entendimos,
sobreescribir tantos errores cometidos,
guiarnos como a personajes por hábil autor,
tachando, rehaciendo aquello que no pertenece
a la historia que responde a nuestro anhelo.
Perderemos poco a poco y para siempre
las notas en los márgenes que añadió la experiencia.
Sufriremos los manchones de tinta derramada
cuando la furia hizo perder los nervios al que escribe
o las lágrimas emborronaron su trabajo.
Quedarán en la memoria, como en cajón cerrado,
aquellos párrafos que el lector subrayó con anhelo
en burdo intento de revivir lo ya vivido.
¿Quien decide si se es lector o autor de la propia historia?
¿Cómo se plantean las líneas de dicho guión?
¿Y de qué forma rebelarse si no se está de acuerdo en el desenlace?
Es dificil olvidar que aunque el lector se resista a seguir leyendo,
y desee arrancar algunas de esas hojas malditas de cuajo
hay que pasar página, pues la historia siempre continúa...
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