En Penumbras... de Magda Robles
En penumbras es donde los sueños cobran vida, junto al crepitar del fuego y el danzar de las llamas...
El retrato de Dorian Gray, de Oscar Wilde
Probablemente a todos nos resulten familiares citas como "A veces podemos pasarnos años sin vivir en absoluto, y de pronto toda nuestra vida se concentra en un solo instante", "El trabajo es el refugio de los que no tienen nada que hacer", o una de mis favoritas,” "La única forma de vencer una tentación es dejarse arrastrar por ella" en sus múltiples y diversas variantes. Todas y cada una de ellas nacidas de la pluma y el ingenio de un gran escritor irlandés de finales del siglo XIX, Oscar Wilde. Algo excéntrico e innovador, reivindicó “el arte por el arte” a través de su prolífica obra literaria y fue la encarnación de su propia creación: el “dandy”. Tanto en los cuentos infantiles que poblaron nuestros años más tiernos, pasando por la novela en la que me detendré hoy, y múltiples obras de teatro, su maestría y su afilado ingenio han deleitado a millones de lectores. Diálogos vivos e ironía que él usó de forma magistral para desenmascarar la hipocresía que reinó en la sociedad victoriana, pero que también fueron usados en su contra de manera feroz por las secciones más conservadoras, viéndose finalmente encarcelado por culpa de sus escarceos amorosos. Tras sus años en prisión, se retiró a París bajo es seudónimo de Sebastián Melmoth (claro guiño a la novela gótica de Charles Maturín, Melmoth el errabundo).
Y como ya avisé, hoy voy a dedicar un ratito a hablar de una novela que a mi consiguió atraparme desde la primera hoja, “El retrato de Dorian Gray”. Cuenta esta la historia del joven Dorian, apuesto donde los haya, quien a través del retrato que el pintor Basil Hallward hace de su persona, y su posterior encaprichamiento, conoce a Lord Henry Wotton. Este amigo del artista dedicado exclusivamente a vivir el placer por el placer, será el corruptor del muchacho con su visión del mundo. El hedonismo hace mella en nuestro joven protagonista, y le lleva a tomar conciencia de que su belleza es algo efímero, que irá desapareciendo con el tiempo. Aquí es donde a mi parecer el mito de Fausto revive en la persona de Dorian Gray, (aunque realmente no existe un pacto con el diablo como tal en la novela), ya que el joven narcisista y egocéntrico que es Dorian obtiene el don de envejecer exclusivamente a través de su retrato, lo que le permite dedicarse a todo tipo de placeres y perversiones amparándose en su belleza y juventud. Jóvenes desengañadas abandonadas por el camino, amigos vilipendiados y maltratados de forma ruin… toda una espiral de maldad consume sus años, más no su lozanía. Pero será dicho retrato, cual espejo de su alma, el que se deforma y corrompe a medida que Dorian se va envileciendo...
La historia mezcla fantasía y realidad de forma tal que no somos apenas conscientes del engaño, y la decadencia de Dorian empujado por su mentor avanza de forma tan sutil que apenas somos capaces de odiarle por ello. Ese rostro angelical traspasa la historia para atrapar al lector, y para cuando somos conscientes de todos sus actos de maldad, ya es demasiado tarde. La relación de amor odio, constante en los protagonistas de la historia, llega a atraparnos también a nosotros. Vemos envejecer, sufrir y morir a todos aquellos que rodean a Dorian, hasta alcanzar un apoteósico final, digno de la mejor novela gótica.
Novela no muy extensa, perfecta para disfrutar en alguna tarde lluviosa junto al fuego, que nos hará reflexionar sobre cómo sería nuestra alma si tuviésemos oportunidad de ver su imagen reflejada en un lienzo…
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Me encantó, mucho más que la película. Y para mí el corazón mismo de la novela es el pulso mantenido por Dorian (¿Oscar Wilde de juventud?), Lord Henry (¿Oscar Wilde maduro y decepcionado con la vida?) y Basil (¿El Wilde que no fue y quiso ser en algún momento?) Está claro que dicho pulso es ganado por Dorian y su parte mala.
ResponderEliminarTiene muchas lecturas esta novela para mí y me dejó el pensamiento de derrota y a la vez de realismo del más puro, que el mal tiene muchas más papeletas de vencer que el bien, pues el ser humano encarnado (quiero pensar que desencarnado algo quede) es fácilmente corruptible. Y no quiero terminar este comentario sin dejar de hacer hincapié en Lord Henry, cada una de sus intervenciones, sobre todo al principio de la obra, es un compendio de filosofía de una muy particular manera de entender la vida. ¿Un claro ejemplo de malditismo? Para mí sin duda y repasando un poco la vida del autor, no hay muchas dudas de que Oscar Wilde fue todo un maldito en su época.
Ah, y te dejo un besote, que no te estoy dejando ninguno en este descender por tus reseñas.
Adoro esta novela. Tanto, que tu comentario me va a obligar a releerla... Excusas que necesita una jeje...
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