"En el ser libre está el germen de la voz del poeta. Lo otro, el versificar, es un juego floral para almas delicadas. Solo en los utópicos acampa la poesía"
Por sorpresa llegó a mis manos el que hoy por hoy es mi libro de cabecera. Y deberá perdonar su autor mi atrevimiento, pues no tengo más opción que compartir con vosotros esta joya: “Fue un acaso”, de José García Pérez. Dedicado a Rosi, su compañera de vida y silencios, e inspirado como el propio autor confiesa en Fernando Pessoa, este pequeño volumen encierra una serie de reflexiones poéticas de una sencillez y una fuerza aplastantes. De forma breve y directa, en apenas unas líneas proporciona material para horas de disertación y profunda reflexión.
En un fugaz Prefacio el autor se despoja de máscaras, y cual ángel exterminador planta cara a la hipocresía del ser humano, del poeta que se cree tal, pagado de si mismo; desde un Sinaí particular aboga por una religión humana descargada de falsa moral ante la que postrarse.
Estas páginas dan paso a “De la voz”, donde el lector se enfrenta a la creación poética y su hacedor. Esa voz es obviamente la poesía, que con nocturnidad y alevosía amanece por las esquinas, arremetiendo contra su hermana encorsetada y vacía de significado; poesía que lucha y denuncia la mediocridad y falsedad a través de la palabra de su creador, demente creerán algunos por utópico y soñador, el Poeta. Es esta figura del poeta semidiós y descarado, danzando al filo del abismo de la cordura, (me permitiré decir que arrancada de las entrañas del aquel romanticismo decimonónico), quien da paso a un siguiente estado, “De la muerte”.
El hastío deja lugar al ocaso, la pérdida de una visión por la que luchar se transforma en desasosiego, rutina y desencanto; la falta de locura hace que la cordura emponzoñe alma, vida y sentimiento. ¿Qué queda del poeta cuando este se pierde en la calculada mediocridad de un reloj suizo? El poeta ha muerto, ahora tan solo queda el hombre, materialista materializado.
Mas dicen que donde hay vida, aunque sea autómata, hay esperanza… Y así llega la Resurrección. El pulso vuelve a palpitar, la brisa se transforma en aire que sacude lo gris del autor ensimismado. La toma de conciencia de quien dejó de ser provoca la leve rebeldía que poco a poco va cobrando fuerza. Fue un acaso… que puso una chispa de locura en la mirada. El hombre, el poeta, se despoja de la realidad impuesta, toma conciencia de su verdadera naturaleza, y su voz torna a la vida.
“Recojo con mimo mis cenizas y evito una brisa de muerte. Seré yo.”
Quizá para muchos de vosotros este poemario, o “reflexionario” si se me permite llamarlo así, fuese un gran desconocido hasta el momento. Espero que a partir de hoy se convierta en un gran indispensable, pues aunque pequeño en tamaño, tal calibre tiene.
En un fugaz Prefacio el autor se despoja de máscaras, y cual ángel exterminador planta cara a la hipocresía del ser humano, del poeta que se cree tal, pagado de si mismo; desde un Sinaí particular aboga por una religión humana descargada de falsa moral ante la que postrarse.
Estas páginas dan paso a “De la voz”, donde el lector se enfrenta a la creación poética y su hacedor. Esa voz es obviamente la poesía, que con nocturnidad y alevosía amanece por las esquinas, arremetiendo contra su hermana encorsetada y vacía de significado; poesía que lucha y denuncia la mediocridad y falsedad a través de la palabra de su creador, demente creerán algunos por utópico y soñador, el Poeta. Es esta figura del poeta semidiós y descarado, danzando al filo del abismo de la cordura, (me permitiré decir que arrancada de las entrañas del aquel romanticismo decimonónico), quien da paso a un siguiente estado, “De la muerte”.
El hastío deja lugar al ocaso, la pérdida de una visión por la que luchar se transforma en desasosiego, rutina y desencanto; la falta de locura hace que la cordura emponzoñe alma, vida y sentimiento. ¿Qué queda del poeta cuando este se pierde en la calculada mediocridad de un reloj suizo? El poeta ha muerto, ahora tan solo queda el hombre, materialista materializado.
Mas dicen que donde hay vida, aunque sea autómata, hay esperanza… Y así llega la Resurrección. El pulso vuelve a palpitar, la brisa se transforma en aire que sacude lo gris del autor ensimismado. La toma de conciencia de quien dejó de ser provoca la leve rebeldía que poco a poco va cobrando fuerza. Fue un acaso… que puso una chispa de locura en la mirada. El hombre, el poeta, se despoja de la realidad impuesta, toma conciencia de su verdadera naturaleza, y su voz torna a la vida.
“Recojo con mimo mis cenizas y evito una brisa de muerte. Seré yo.”
Quizá para muchos de vosotros este poemario, o “reflexionario” si se me permite llamarlo así, fuese un gran desconocido hasta el momento. Espero que a partir de hoy se convierta en un gran indispensable, pues aunque pequeño en tamaño, tal calibre tiene.
Lo leo hoy, 13 de agosto, y es una maravilla de la tuyas.
ResponderEliminarGracias y un beso
Gracias a ti, que lo creaste, y nos lo regalaste a tus lectores. Perderse en él es todo un placer... Un besazo!
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