A Fermín, que permanece, a pesar de haber partido.
“Pero yo seguiré aquí,
encendiendo lámparas
en la imaginación de los delfines.”
Fermín López Costero
La luz de la vela ya no alumbra al fondo de la estancia.
Ya no guía al desahuciado, ni es el grito
del niño que juega con su infancia rota.
Los cristales se han cubierto de polvo y desamparo,
y son cárcel de unos versos que aletean meditabundos.
La llama ha detenido su danza, y el silencio
queda amortiguado en el crujir de las paredes.
Marchó su voz.
Voló en el funesto alaje de un ave codiciosa.
Y sin embargo, aún viaja aquí conmigo.
Habita esta memoria compartida de sueños
y abandono.
Su voz,
como un llanto quebrado
que se aleja
y que retorna
cuando muerde el desconsuelo.
En su voz, la que es ahora, las palabras
son pequeños cadáveres angustiados
que retozan en torno a un joven taumaturgo
que legó su sombra a los días venideros.
Hambrientas de la magia y de la alquimia.
Infames carcasas consumidas
compitiendo en esplendor con el baile
decadente de unas hadas enfermizas.
Pero esas son otras palabras.
Pues tus palabras verdaderas tintinean
en el cántico sagrado de las piedras,
en el cisne que surgió de la ceniza
y el terciopelo alambicado del musgo
silencioso que brota en esta lluvia
que te nombra, y que no cesa.
"Thomas Chatterton in His Garret", by John Joseph Barker