Performancing Metrics

expr:class='"loading" + data:blog.mobileClass'>

En Penumbras... de Magda Robles

En penumbras es donde los sueños cobran vida, junto al crepitar del fuego y el danzar de las llamas...

Hallazgos.... "My female ghosts inside", de Isabel Fernández


No todas las historias necesitan de palabras, ni todos los poemas requieren de una pluma que desgarre el papel con su trazo. En ocasiones, con un pincel, y una mano con duende que lo sostenga, basta.  Este es el motivo por el que, aunque normalmente abro tan solo las puertas escritores y poetas en este espacio, necesito compartir estas  líneas acerca de un hallazgo, ya no tan reciente, de una pintora impresionante.


Debo comenzar afirmando que no entiendo de arte, más allá de saber si un cuadro me atrae o me deja indiferente. Desconozco los materiales que se usan, y mucho menos la técnica utilizada en  las obras (técnica mixta sobre tela o tabla en estos casos), más allá de los comentarios y explicaciones que ella misma ha compartido.

Como decía, Isabel Fernandez fue todo un descubrimiento para mí. Llegué a ella gracias a “Bees”, uno de sus cuadros más inquietantes, y a la par más atrayentes.  Vi la imagen, ideada para ser portada de una obra literaria, (Didascalias, de Emilio Ballesteros) y me impactó de tal forma que no pude evitar comenzar a curiosear hasta dar con más trabajos de su creadora.  Así, me tropecé con “Watch me burn”, dama siniestra, profética y atormentada que conjuró un “ente” similar que de forma particular me acompaña desde niña,  y tuve la certeza absoluta de que, aunque la artista ni siquiera sabía de mi existencia, pintaba para mí. Así de rotundo.


Poco tiempo después,  aún sin conocernos, y por un curioso guiño del azar, me vi a través de sus ojos, y se confirmó esa sensación. Desde ese momento he seguido muy de cerca su trayectoria, en mi necesidad de experimentar y disfrutar más de cerca  de su trabajo.

Estos días en Granada hemos tenido la fortuna de poder disfrutar de una retrospectiva de parte de su obra, centrada principalmente en la figura femenina, bajo del nombre de “My female ghosts inside”.  La misma tarde de la inauguración pasé a verla, y reconozco que a día de hoy aún no he asimilado totalmente las sensaciones que esos “fantasmas femeninos” me provocaron. Y es que el conjunto de obras que componen esta exposición crea una atmósfera tenebrosamente lumínica, onírica y real, devastadora y a la par cargada de esperanza, que absorbe al público según entra en la sala, y lo lleva de la mano  durante todo el recorrido que componen los dieciocho cuadros allí expuestos.

La obra de Isabel no es tan solo tremendamente inspiradora, desafiante,  provocadora incluso, sino que plantea un feroz interrogante que obliga al espectador a preguntar, y preguntarse, qué hay más allá de cada objeto y cada capa de color, en un intento,  tal vez vano, de ahondar en el misterio que contempla.  Marcado por una dualidad constante, (diría que hay obras que van necesariamente de la mano para adquirir su sentido pleno), el universo pictórico de Isabel es brillantemente oscuro, y mutable según los ojos que lo contemplen, ya que a cada uno nos ofrece parte de una historia que ya llevábamos dentro sin saberlo,.  Así,  los ojos sin vida,  la sensación de angustia y el malestar ante los insectos devoradores que han anidado en la boca indefensa  de la joven  protagonista de” Bees” se tornan de repente en una petición de auxilio para romper la mordaza que oprime esos labios, en un desprenderse de la sombra maligna que habitaba el cuerpo, en un atisbo de esperanza y vida encarnado en esas diminutas abejas que conceden todo su sentido al cuadro.

Cabe destacar la fuerza que emana de cada uno de los cuadros, incluidos los pequeños en tamaño. Niñas desprotegidas y visionarias, frágiles doncellas, damas rompedoras, criaturas mágicas de augurio incierto, rodeadas  siempre de una naturaleza agreste, salvaje, decimonónica, conforman la muestra.  Los rostros, sus miradas, son capaces de traspasar el lienzo que los contiene y lanzar un grito silencioso que ninguna persona que los observe es capaz de ignorar.  Y son de alguna forma el señuelo que atrapa al lector/espectador, que una vez siente el canto de sirena de estas niñas/damas no dejará de intentar tirar del hilo, escudriñando cada detalle que le permita descifrar el enigma  que encierra cada cuadro/historia.

El simbolismo que impregna cada cuadro, no tan solo en la propia figura protagonista,  sino también en los detalles aparentemente ínfimos o superficiales, nos habla del paso del tiempo,  la rutina y su desgaste,  lo correcto en lo incorrecto, la norma establecida  y la necesidad resquebrajarla,  la fuerza vital del amor, y sus venenos.

Y es tal la maestría de la artista que es difícil resistir la tentación de tender la mano, de romper las cuerdas, de abrir las jaulas, de unir el grito propio al silenciado… otorgando al eterno femenino la voz propia que por fin le corresponde.


Reseña de La costumbre de ser lluvia, de Fermín López Costero



Título: La costumbre de ser lluvia 
Autor: Fermín López Costero 
Editorial: Entorno Gráfico 
ISBN: 978-84-16319-19-0 
Nº de páginas:80 
Colección: El torno gráfico de poesía, nº9 
Reseña de Magda Robles León 


“Llueve en silencio, que esta lluvia es muda 
y no hace ruido sino con sosiego.” 


Leo estos versos del portugués Fernando Pessoa, e inevitablemente regreso a otro poeta, berciano en este caso, y su “costumbre de ser lluvia que empapa de melancolía//el vuelo de las golondrinas. // La costumbre de llevar en la memoria una luz amarilla //que titila en otra ventana.” 

Fermín López Costero (Cacabelos, León, 1962) es el autor de estas líneas, que podemos encontrar en un libro que toma su título del citado poema, “La costumbre de ser lluvia”, y que pertenece a la colección “El Torno  Gráfico de Poesía”, editado por la editorial Entorno Gráfico de Granada. Articulista, maestro del relato y el microcuento, y excelente poeta, López Costero nos ofrece ahora esta lluvia literaria del Noroeste peninsular, que empapa por igual de júbilo y melancolía la Galicia de Rosalía de Castro, la Asturias de Clarín, el Bierzo galaico-leones de Antonio Pereira y el norte portugués de Miguel Torga. Se trata de alguna forma de una continuación algo menos tenebrista de su anterior poemario, La fatalidad, y que me atrevería a decir que enlaza de igual manera con Teatro de sombras, aunque esta última publicación pertenezca a un género distinto, como es el del microrrelato y/o cuento.  

Todo libro es un viaje, así que antes de adentrarnos en éste encontramos, a modo de advertencia sobre el dintel de una puerta imaginaria al universo que el autor comparte con nosotros,  un preámbulo que nos advierte de forma sutil acerca de todo aquello que encontraremos en el camino. Tras tomar impulso, y dar el “Salto”, nos encontramos en un “Sendero de ceniza”, título que da nombre a la primera parte del poemario. 
  
Este sendero nos devuelve a la infancia, a los pactos ingenuos con la locura, “a la casa que un día abandonaste”, al grito de angustia que el tiempo asfixia irremediablemente (“Vuestra desmemoria en mi tumba (…)// No permitáis que mi palabra perezca también// entre tanto desconsuelo.”), y a la rabia, vencida al igual que la juventud, pero aún latente en los versos del poeta demiurgo. Y a la par nos muestra a toda una serie de personajes mitológicos, literarios, históricos y del mundo de las artes que hacen sentir al lector que, de alguna forma, no se encuentra solo en este particular viaje de descenso a los infiernos. Porque es precisamente ese el destino que sugiere la ceniza: símbolo de pecado, dolor y muerte, de materia consumida por el fuego y eterno recordatorio de lo efímero de la vida, la ceniza cubre de oscuridad y sombras la enfermedad, la locura, la senectud y el olvido que dominan esta primera mitad del poemario.   

Sin embargo, el poeta revierte el malditismo que impregna sus propias letras, y escapa de estos senderos asfixiantes que ahogan el frescor del agua tan vital para la existencia al permitirnos vislumbrar que esta ceniza es también fruto de una necesaria purificación y regeneración a través del fuego (recordemos la figura mitológica del ave fénix), hermanándose en este sentido con la lluvia venidera en los siguientes versos.  

La lluvia de la segunda parte se eleva como un canto a lo vivido y la nostalgia, y se transforma en esperanza, en promesa de regeneración, fertilidad y vida nueva.  Quizá no humana y mortal, pero si eterna en y más allá de la palabra. Pues ¿acaso no es ella, la palabra, la vida cierta del poeta?  

Así, hemos de “abrir los ojos a otra luz” y “los oídos a la lluvia // (rechazando) esa melodía triste, de ceniza//que alfombra nuestros pasos// y evapora el licor de las palabras”. Y una vez logrado esto podremos unir nuestra voz a esta plegaria, que casi cierra el poemario, y que nos permite afrontar con valentía el resto del camino al ir más allá de lo real y lo aparente al pedir... 

“En vez de alas, pétalos, 
para volar con la suavidad de un arcángel 
sobre las praderas cuajadas de enardecidas amapolas. 

En vez de alas, arrojo, 
para ir tras la luna sonámbula 
que camina sobre la humedad silenciosa de los tejados.” 

Hace un tiempo leí de un escritor que son los versos que hacen hogar aquellos que verdaderamente le interesa descubrir. Son éstos poetas y poemas que llegan para quedarse en la más profunda intimidad con el lector. Versos que parten y traspasan, que se integran en el entorno vital e intangible de aquel que lee, y le ofrecen a la par bálsamo y cobijo. Poemas que transforman la vida herida en una herida bella. 

Es esta una búsqueda que comparto. Y es gracias a La costumbre de ser lluvia que este pequeño hogar poético que es mi refugio se encuentra hoy más habitado. 

P.d. Debiste haber visto esta reseña publicada, Femín... Lleva buen viaje, querido poeta. Inmensas gracias por tu legado literario. No perecerá tu palabra, a pesar del desconsuelo.

HORAS DE ARENA

"Al reloj de nuestra existencia
un arcángel de plata le hurta la arena.
Se la lleva en una carretilla desvencijada
mientras cavamos nuestra fosa.

Esta noche llueven ausencias
y llueven también horas, tristes horas, 
famélicas, soñolientas,
de arena húmeda y pegajosa.

Nunca nos habíamos sentido tan desamparados
los habitantes de este lóbrego soportal,
viendo pasar el frío,
viendo pasar el carro de la muerte,
tan dubitativo, tan renqueante."


Ni una más...


Por ellas.
Por sus hijos.
Ni una más.


Siempre supe que venías a matarme.

Y a pesar de ello, doblé mis pasos
y me amoldé a las huellas
traidoras
marcadas
por unos seres que
no han sangrado nunca.

La rutina
tu fracaso
me fueron resquebrajando
y sin embargo
cada luna obtuve mi venganza.

La maldición del fruto envenenado rodó por la pendiente.

No me dolieron los golpes,
ni la voz rota
ni el alma herida,
pues cada tarde
en la soledad del vientre

encontré el consuelo de otro abrazo
y otros ojos
y otra risa no nacida
para no morir
nunca en tus manos.


 by Anke Merzbach

The puppet master...

“I am entirely alone. I and my shadow fill the universe.” 
Angela Carter


Hace invierno. 

La tarde no sabe de nostalgia.
Sí del tráfico de cuerpos y  vidas
acorraladas en el abrazo indigno
de este tiempo carcelero.

Horas calcinadas, días inasidos
que resbalan por ojos ciegos.
Ruidos que ocultan la brecha
siempre abierta en un mañana
que está siempre por llegar.

Hombres que no saben ya
del frío que muerde sus pisadas.
Cáliz negro. Viudas blancas,
ancianos arropados en azufre y afonía.
Niños con la muerte en la mirada.

Bocas que no buscan,
lluvias que no lloran
altares regocijados en vientres
abiertos al sacrificio.

Y por todas partes sangre.
Sangre transparente
de almas que se desangran,
Sangre que no mancha y así no acusa.

Mas a  pesar del hambre
  y el miedo
    y la ausencia
      y la huida

la sombra de un dios observa
            impasible 

y se goza silenciosa
     en su derrota
       un día más


Mort, petit

Te presiento.

Responden tus pasos
a un ancestral latido.

De sal, el goce.
La herida de los cuerpos.
La tormenta desatada en la caída.
El fin del sueño.

El fuego último
que abrasa la conciencia.
La muerte sometida
y el desnudo.

El vértigo perdido.
(mi)
silencio.




Sin nombre...

Somos esa nada que desborda  al sol que cae.
Acaso vuelvas, y encuentres estos pasos,
estas huellas desplegadas, este enjambre
de alientos y ceniza.

Y tal vez busques, en ausencia de unos ojos,
la sombra que declina, la rosa que ilumina
este horizonte yermo, la voz que aguarda
oculta en aquel lejano jardín de infancia.

Será este mar el que cobije
los cuerpos
vacíos
que un día fuimos

y que hoy aún
            pretenden ser
                        en la memoria.



Miénteme...

“Two roads diverged in a wood, and I—
I took the one less traveled by,
And that has made all the difference.”

Robert Frost



Dime que nunca volviste
a recorrer otros caminos. 
Que tu mente no alzó
jamás el vuelo y se tornó
hojarasca por otra senda.

Miénteme
y hazme creer
que cualquier otra salida
fue tan solo un espejismo.

Que el entrar al laberinto
siempre fue
la mejor alternativa.



 by Dominic Martello, "Light break"

Sin nombre

Somos seres de agua
y cristal 
estancado
con el borde 
aún 
por perfilar.

Reflejo ajeno,
incisivos
y mordaces,
que buscan,
en océanos de asfalto,

otros peces de ciudad.


Incarnatio

No hay soledad de manos prendidas.

Nos buscamos.
Brotan suaves las palabras,
como labios en su primer
encuentro, traviesos e infantiles.

Es tu cuerpo el templo
que mi palabra habita
con la certeza de que el silencio
también tiene su propio lenguaje.

Somos ángeles 
caídos sin derrota.
Reflejos oscuros y mortales
de un dios que teme
descubrirse en carne.

Criaturas de luz incierta
que moldean cuerpos
en cuerpos enredados.

Ajenos a la sombra.
Extraños
a la muerte herida.


Sin nombre...

Se rasga el tiempo.

Las palabras son latidos
que amenazan
el caer insomne de esta lluvia
que te busca 
y que no cesa.

Fragmentos de memoria
esparcidos
son la senda que persigue 
y lleva
a la soledad de un nombre.

Te sé,
inacabado,

criatura azul y frágil 
que palpita
más allá del pensamiento
buscando un trazo
un abismo

un silencio nuevo aún por habitar.


Untitled

He vuelto de alguna forma a echar raíces
en esta tierra de hiel amarga y sangre partida
donde los lobos campan y ocultan
palomas heridas entre las fauces
mientras buscan seductores otra luna.

Sabes... aún cuido tu jardín de invierno.
En él muerden tus horas mis labios
y mis manos destierran el tiempo
y mis pasos recobran tu figura.

Quizá es por eso que estas rosas
crecidas en mis dedos
son también de sangre.

Aquí, el aire engaña.
La piel arrastra
la sombra de la duda.



by Josephine Cardin

Sin nombre...

Y si volvemos a buscar
en nuestros cuerpos
la llamada.

El lirio incierto
de los días que se abren..

El vuelo incauto 
de las aves 
que alcanzan el abismo...


"Destiny", by  Noell S. Oszvald

Danza furtiva

Hay algo de animal en esta espera.
En este aliento agazapado
y este viento que te invoca.

Me deshaces cada noche
para urdir cada mañana un nombre nuevo.

Distinta yo en tus mismas manos.

Eterna y tuya,
vencida sin derrota.


AddThis