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En Penumbras... de Magda Robles

En penumbras es donde los sueños cobran vida, junto al crepitar del fuego y el danzar de las llamas...

Incarnatio

No hay soledad de manos prendidas.

Nos buscamos.
Brotan suaves las palabras,
como labios en su primer
encuentro, traviesos e infantiles.

Es tu cuerpo el templo
que mi palabra habita
con la certeza de que el silencio
también tiene su propio lenguaje.

Somos ángeles 
caídos sin derrota.
Reflejos oscuros y mortales
de un dios que teme
descubrirse en carne.

Criaturas de luz incierta
que moldean cuerpos
en cuerpos enredados.

Ajenos a la sombra.
Extraños
a la muerte herida.


Sin nombre...

Se rasga el tiempo.

Las palabras son latidos
que amenazan
el caer insomne de esta lluvia
que te busca 
y que no cesa.

Fragmentos de memoria
esparcidos
son la senda que persigue 
y lleva
a la soledad de un nombre.

Te sé,
inacabado,

criatura azul y frágil 
que palpita
más allá del pensamiento
buscando un trazo
un abismo

un silencio nuevo aún por habitar.


Untitled

He vuelto de alguna forma a echar raíces
en esta tierra de hiel amarga y sangre partida
donde los lobos campan y ocultan
palomas heridas entre las fauces
mientras buscan seductores otra luna.

Sabes... aún cuido tu jardín de invierno.
En él muerden tus horas mis labios
y mis manos destierran el tiempo
y mis pasos recobran tu figura.

Quizá es por eso que estas rosas
crecidas en mis dedos
son también de sangre.

Aquí, el aire engaña.
La piel arrastra
la sombra de la duda.



by Josephine Cardin

Sin nombre...

Y si volvemos a buscar
en nuestros cuerpos
la llamada.

El lirio incierto
de los días que se abren..

El vuelo incauto 
de las aves 
que alcanzan el abismo...


"Destiny", by  Noell S. Oszvald

Danza furtiva

Hay algo de animal en esta espera.
En este aliento agazapado
y este viento que te invoca.

Me deshaces cada noche
para urdir cada mañana un nombre nuevo.

Distinta yo en tus mismas manos.

Eterna y tuya,
vencida sin derrota.


En piel del ángel caído, reseña de Francisco Acuyo Donaire


En piel del ángel caído,
Magda Robles,
Entorno Gráfico Ediciones, 
Colección El torno Gráfico, 
Granada, 2016


ÉTICA Y POÉTICA DEL AMOR


¿Qué será para el poeta el ethos recurrente que pone orden en su vida, sino el ordo amoris[1]? Si el principio creativo (poeisis[2]) rige el ser de su conciencia vital (que es mucho más que literaria, si en verdad es poeta y por lo tanto creador) y conduce consciente e inconscientemente su tránsito existencial hacia la razón de ser -y de subsistencia de vida-, aquel orden que anunciamos presidido por el amor, será la ética que ordena el sentir potente pero desdeñado, rechazado, arrojado, como de ángel caído desde el reino del amor supremo que una vez tuvo de la mano de Dios mismo, y que en virtud de su venida –caída- a la tierra mortal del dolor, ha de convertirse en el deber ser de la entrega incondicional, en la razón de amor, en fin, que dé sentido al fuego creador del poeta. He aquí, muy sintéticamente, el ser y el deber ser que reviste e inviste los versos de En piel de este ángel caído[3], de la poeta granadina Magda Robles León, en este su segundo libro de poemas publicado en Entorno Gráfico Ediciones, en su bella colección El torno gráfico.

                Si la voz de la poeta es semilla [4] que ha de morir[5] –entregarse incondicionalmente- para generar vida, es pues, el amor, ante la caída al mundo de lo mortal, lo que ha de salvar al ángel creador –poético-, en virtud de sus frutos, pues dará fuerza moral al acto creador para ser plenamente compartido. Si te despojas del verbo (sagrado que nombra lo inefable) será posible encarnar el objeto amoroso aun sin la voz e incluso misma de la poeta,[6] se habrá conseguido el amor que dura, desprendido de la carnal y efímera resistencia del deseo, más allá de la muerte, y es que para  Magda Robles el acto de entrega verdadero es la conjunción del acto divino y el humano en el único punto de coincidencia de valores, cual es el amor genuino.

                En piel del ángel caído, sí, es un libro de amor, donde el tópico –siempre prodigioso- ha nutrido la tradición más excelsa de la poesía universal en no pocas páginas memorables y que sigue propiciándose ricamente en la literatura de nuestra modernidad, no obstante, no verán en estas páginas desfilar el fastidioso, sentimental y acaramelado torrente de romanticismo trasnochado que empalaga con su lamentable llanto el amor como fuente de tortura lacrimógena hasta el hartazgo, muy al contrario, el amor como paradójica y sobria potencia de pasión hacia la verdad y la belleza en la que se pierde la poesía al contactar con el objeto amoroso y mediante la que reconoce el impulso generador de cualquier aspiración en el mundo, si es verdaderamente creativa: el amor. Amor que, si es genuino, se diluye en la verdad y la belleza del ejercicio poético, que es además,  la manifestación del puro predominio de la poesía. Así las cosas, el amor y poesía –casi juanramonianos- se vierten en estos versos con la pasión del que intuye que la plenitud del alma radica en la comunión del ser y el deber ser que el amor verdadero implica en las vidas del espíritu, no obstante, sensorial sensible y sensitivo del poeta verdadero, y que Magda Robles nos muestra con un comprometido ejercicio de amor y poesía en estos versos de En piel del ángel caído.

                Muy bien pudiera ser el amor en estos poemas el orden justo y también objetivo que Max Scheler[7] aspiraba en su ideal tan sabia y cristalinamente. Estos versos muestran el reconocimiento de la poeta de la realidad del ser mostrada por el amor, el cual que permite ver en el amado y la luz poética que lo descubre nada menos que  a otro yo mismo. El alma enamorada dícese que canta la perfección de la forma[8] más allá del goce estético pero que vuelve a él en tanto que la pasión acaba por atenuarse.

                Veremos cómo el amor también adquiere en esos versos el sentido pascaliano mediante el que entrega el corazón, en realidad lo hace a las cualidades de la persona amada, si es que siempre el otro será terra incognita a la cual se ama precisamente por esa cualidad de diferencia[9]. Si el amor es De carne y tiempo,[10] lo será a tenor de que la conciencia amorosa y aquel ethos –ética- que anunciaba al principio se ofrecen en una secreta afinidad, manifiesta en esta visión sumaria de excepción que es, En la piel del ángel caído, y donde el Eros es ya moral inextinguible,  y aunque hacer el amor es languidecer ante la realidad del imposible dominio del otro, y es que esa separación es inevitable, no hace sino confirmar la relación amorosa verdadera.

                Si para el poeta hay una clara lógica poética que rige los designios de su arte, para el enamorado es también imprescindible el reconocimiento de su razón de amor que, acaso, no dicta mucho de aquella que alimenta a la del poeta. Pero la realidad es que son muy pocos los que penetran en el significado del amor (y de la poesía), pues bien, aquí encontrarán sendos y hermosos argumentos con los que poder disfrutar e indagar en sus profundos y deleitosos misterios, sobre todo ante la degradación y empobrecimiento de dicha significación que hoy acaba orientándose hacia la materialidad que expone con evidencia la decadencia interior del ser humano de la modernidad.

                Más allá de lo físico y sentimental (lejos de la pandemia regresiva de lo sexual), En piel del ángel caído, de Magda Robles León, se ofrece como una respuesta al prejuicio material evolucionista en sus contenidos poético amorosos, en el que el amor mismo se sitúa lejos tanto de la moral sentimentaloide, como de la herencia material evolucionista que muestra el sórdido mundo de lo sexual como un fin en sí mismo, anclado en la ancestralidad primitivista, sino como la caída y la regresión de un impulso que no pertenece a la esfera biológica[11] tanto como al impulso creador, capaz de colocar el poder del fuego creativo a disposición del alma sensible e inteligente y capaz de trabajarlo, y es que solo la pasión que incide en el amor es el  único que en el ser humano propicia la unidad fulgurante del ser en la belleza que es la poesía.

Francisco Acuyo




[1] El orden que propicia el amor en el más pleno sentido agustiniano y que ocupa lo más alto de la jerarquía de los valores.
[2] Poeisis, como potencia creativa originaria y que deriva del ser en plena conciencia, que diría Platón: causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser.
[3] En penumbras se hizo verbo, Jizo ediciones,  Premio Cervantes de poesía de la ciudad de Armilla, Granada, 2013.
[4] Sea esta voz semilla tuya. // Perpetua. // Esparcida al viento.// Del poema que abre el libro, Declaración de intenciones.
[5] De cierto os digo que si el grano no cae a tierra y muere, queda él solo, pro si muere lleva mucho fruto, Juan 12-24.
[6] Te encarnaré en vida // si te despojas en mí. // Del poema,  Desnudo.
[7] Scheler, M. : Ordo amoris, Caparrós editores, Madrid 1996, p.21.
[8] Finkielkraut, A.: La sabiduría del amor, Gedisa, Barcelona, 1993, p.46.
[9] Véase a Levinas E.:  El tiempo  y el otro. Paidos Ibérica, Barcelona, 1993.
[10] Poema así titulado, p.53
[11] Evola, J.: Metafísica del sexo, José J. de Olañeta, editor, Barcelona, 1997, p. 22.

Sin nombre...

Tal vez volver no sea la respuesta...

Los viejos caminos
aún lucen entreabiertas
las heridas.


Horizonte envenenado

Esta voz ya no es mi voz.
Es tu grito que nace
desgarro
en esta carne
que ya no es tampoco mía.

Esta sangre ya no es mi sangre.

Es tu aliento derramado
en cualquier papel en blanco
rubricado por hombres de negro 
cuando llegas 

cadáver 
hasta su orilla

en vano intento 
de abrir tus alas.

by alex currie

Untitled

Es la espera
sinfonía de árboles callados.

Abril y su silencio
son el agua que nos besa
y nos descubre,

rendidos,
en esta piel enmarañada.

by Crystal Lee Lucas

Sin nombre...

“Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.”


Miguel Hernández


Me dueles. Sabes que me dueles
en este rostro que te robo
cada día con descaro.

También me dueles en el silencio.
En éste, mi silencio vivo,
que como un perro escarba
y busca
tu silencio muerto.

Nos han crecido desde entonces
mil mañanas en las manos.
La noche ha parido mil lunas.

Sabes, también tu árbol ha crecido.
Permanece en la misma sombra.
En la misma huida.

Silueta blanca,
fértil y baldía que te espera
como un osario.

Como un testigo enmudecido
que florece para ti
(en lugar de ti)
cada infame primavera. 


The poet...

¿Quién se atreve a escribir en los labios de la muerte?
¿O a besar la piel de una rosa fracturada?

El caminante sigue
solitario su camino
mientras violines ciegos
se abren el pecho
y prenden la llama.





Ayer fuimos el silencio...

Ayer fuimos el silencio.
El instante baldío que llegó
atajando la memoria.

El pan de infancia y el abrazo
cansado ante la puerta
entreabierta de otro día
que fue también ayer.

No hay distancia en estas horas.
El reloj ya espera amortajado a que la noche,
con voz sedienta, reclame su deceso.

Ayer fuimos este mar indescifrable
cálido abismo de cantos y sirenas
y dioses
y hombres que nacen
y dan voz a la penumbra.

La oscuridad oculta un nombre
y a un niño que quiso ser ángel
eternamente
y  que hoy 
ya es pasto del olvido.

Veo una muchacha de ojos tristes que sonríe,
y  a un hombre cuyo pecho olvida
que una vez fui
allí encerrada.

Ella y él, ambos esperan.
Y son estatuas
de sal que buscan
asombradas otra luna.

Ayer fuimos otro tiempo.
Un pasado sin paisaje,
un receso antiguo
aún por perfilar.

... by Crystal Lee Lucas

Sin nombre

Hay mareas que no saben de naufragios.

Aunque guarden en su vientre
cuerpos
a la deriva, arrebatados
a la orilla y a otros brazos,
también eternos,

en su derrota.


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