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En Penumbras... de Magda Robles

En penumbras es donde los sueños cobran vida, junto al crepitar del fuego y el danzar de las llamas...
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Reseña de La costumbre de ser lluvia, de Fermín López Costero



Título: La costumbre de ser lluvia 
Autor: Fermín López Costero 
Editorial: Entorno Gráfico 
ISBN: 978-84-16319-19-0 
Nº de páginas:80 
Colección: El torno gráfico de poesía, nº9 
Reseña de Magda Robles León 


“Llueve en silencio, que esta lluvia es muda 
y no hace ruido sino con sosiego.” 


Leo estos versos del portugués Fernando Pessoa, e inevitablemente regreso a otro poeta, berciano en este caso, y su “costumbre de ser lluvia que empapa de melancolía//el vuelo de las golondrinas. // La costumbre de llevar en la memoria una luz amarilla //que titila en otra ventana.” 

Fermín López Costero (Cacabelos, León, 1962) es el autor de estas líneas, que podemos encontrar en un libro que toma su título del citado poema, “La costumbre de ser lluvia”, y que pertenece a la colección “El Torno  Gráfico de Poesía”, editado por la editorial Entorno Gráfico de Granada. Articulista, maestro del relato y el microcuento, y excelente poeta, López Costero nos ofrece ahora esta lluvia literaria del Noroeste peninsular, que empapa por igual de júbilo y melancolía la Galicia de Rosalía de Castro, la Asturias de Clarín, el Bierzo galaico-leones de Antonio Pereira y el norte portugués de Miguel Torga. Se trata de alguna forma de una continuación algo menos tenebrista de su anterior poemario, La fatalidad, y que me atrevería a decir que enlaza de igual manera con Teatro de sombras, aunque esta última publicación pertenezca a un género distinto, como es el del microrrelato y/o cuento.  

Todo libro es un viaje, así que antes de adentrarnos en éste encontramos, a modo de advertencia sobre el dintel de una puerta imaginaria al universo que el autor comparte con nosotros,  un preámbulo que nos advierte de forma sutil acerca de todo aquello que encontraremos en el camino. Tras tomar impulso, y dar el “Salto”, nos encontramos en un “Sendero de ceniza”, título que da nombre a la primera parte del poemario. 
  
Este sendero nos devuelve a la infancia, a los pactos ingenuos con la locura, “a la casa que un día abandonaste”, al grito de angustia que el tiempo asfixia irremediablemente (“Vuestra desmemoria en mi tumba (…)// No permitáis que mi palabra perezca también// entre tanto desconsuelo.”), y a la rabia, vencida al igual que la juventud, pero aún latente en los versos del poeta demiurgo. Y a la par nos muestra a toda una serie de personajes mitológicos, literarios, históricos y del mundo de las artes que hacen sentir al lector que, de alguna forma, no se encuentra solo en este particular viaje de descenso a los infiernos. Porque es precisamente ese el destino que sugiere la ceniza: símbolo de pecado, dolor y muerte, de materia consumida por el fuego y eterno recordatorio de lo efímero de la vida, la ceniza cubre de oscuridad y sombras la enfermedad, la locura, la senectud y el olvido que dominan esta primera mitad del poemario.   

Sin embargo, el poeta revierte el malditismo que impregna sus propias letras, y escapa de estos senderos asfixiantes que ahogan el frescor del agua tan vital para la existencia al permitirnos vislumbrar que esta ceniza es también fruto de una necesaria purificación y regeneración a través del fuego (recordemos la figura mitológica del ave fénix), hermanándose en este sentido con la lluvia venidera en los siguientes versos.  

La lluvia de la segunda parte se eleva como un canto a lo vivido y la nostalgia, y se transforma en esperanza, en promesa de regeneración, fertilidad y vida nueva.  Quizá no humana y mortal, pero si eterna en y más allá de la palabra. Pues ¿acaso no es ella, la palabra, la vida cierta del poeta?  

Así, hemos de “abrir los ojos a otra luz” y “los oídos a la lluvia // (rechazando) esa melodía triste, de ceniza//que alfombra nuestros pasos// y evapora el licor de las palabras”. Y una vez logrado esto podremos unir nuestra voz a esta plegaria, que casi cierra el poemario, y que nos permite afrontar con valentía el resto del camino al ir más allá de lo real y lo aparente al pedir... 

“En vez de alas, pétalos, 
para volar con la suavidad de un arcángel 
sobre las praderas cuajadas de enardecidas amapolas. 

En vez de alas, arrojo, 
para ir tras la luna sonámbula 
que camina sobre la humedad silenciosa de los tejados.” 

Hace un tiempo leí de un escritor que son los versos que hacen hogar aquellos que verdaderamente le interesa descubrir. Son éstos poetas y poemas que llegan para quedarse en la más profunda intimidad con el lector. Versos que parten y traspasan, que se integran en el entorno vital e intangible de aquel que lee, y le ofrecen a la par bálsamo y cobijo. Poemas que transforman la vida herida en una herida bella. 

Es esta una búsqueda que comparto. Y es gracias a La costumbre de ser lluvia que este pequeño hogar poético que es mi refugio se encuentra hoy más habitado. 

P.d. Debiste haber visto esta reseña publicada, Femín... Lleva buen viaje, querido poeta. Inmensas gracias por tu legado literario. No perecerá tu palabra, a pesar del desconsuelo.

HORAS DE ARENA

"Al reloj de nuestra existencia
un arcángel de plata le hurta la arena.
Se la lleva en una carretilla desvencijada
mientras cavamos nuestra fosa.

Esta noche llueven ausencias
y llueven también horas, tristes horas, 
famélicas, soñolientas,
de arena húmeda y pegajosa.

Nunca nos habíamos sentido tan desamparados
los habitantes de este lóbrego soportal,
viendo pasar el frío,
viendo pasar el carro de la muerte,
tan dubitativo, tan renqueante."


En piel del ángel caído, reseña de Francisco Acuyo Donaire


En piel del ángel caído,
Magda Robles,
Entorno Gráfico Ediciones, 
Colección El torno Gráfico, 
Granada, 2016


ÉTICA Y POÉTICA DEL AMOR


¿Qué será para el poeta el ethos recurrente que pone orden en su vida, sino el ordo amoris[1]? Si el principio creativo (poeisis[2]) rige el ser de su conciencia vital (que es mucho más que literaria, si en verdad es poeta y por lo tanto creador) y conduce consciente e inconscientemente su tránsito existencial hacia la razón de ser -y de subsistencia de vida-, aquel orden que anunciamos presidido por el amor, será la ética que ordena el sentir potente pero desdeñado, rechazado, arrojado, como de ángel caído desde el reino del amor supremo que una vez tuvo de la mano de Dios mismo, y que en virtud de su venida –caída- a la tierra mortal del dolor, ha de convertirse en el deber ser de la entrega incondicional, en la razón de amor, en fin, que dé sentido al fuego creador del poeta. He aquí, muy sintéticamente, el ser y el deber ser que reviste e inviste los versos de En piel de este ángel caído[3], de la poeta granadina Magda Robles León, en este su segundo libro de poemas publicado en Entorno Gráfico Ediciones, en su bella colección El torno gráfico.

                Si la voz de la poeta es semilla [4] que ha de morir[5] –entregarse incondicionalmente- para generar vida, es pues, el amor, ante la caída al mundo de lo mortal, lo que ha de salvar al ángel creador –poético-, en virtud de sus frutos, pues dará fuerza moral al acto creador para ser plenamente compartido. Si te despojas del verbo (sagrado que nombra lo inefable) será posible encarnar el objeto amoroso aun sin la voz e incluso misma de la poeta,[6] se habrá conseguido el amor que dura, desprendido de la carnal y efímera resistencia del deseo, más allá de la muerte, y es que para  Magda Robles el acto de entrega verdadero es la conjunción del acto divino y el humano en el único punto de coincidencia de valores, cual es el amor genuino.

                En piel del ángel caído, sí, es un libro de amor, donde el tópico –siempre prodigioso- ha nutrido la tradición más excelsa de la poesía universal en no pocas páginas memorables y que sigue propiciándose ricamente en la literatura de nuestra modernidad, no obstante, no verán en estas páginas desfilar el fastidioso, sentimental y acaramelado torrente de romanticismo trasnochado que empalaga con su lamentable llanto el amor como fuente de tortura lacrimógena hasta el hartazgo, muy al contrario, el amor como paradójica y sobria potencia de pasión hacia la verdad y la belleza en la que se pierde la poesía al contactar con el objeto amoroso y mediante la que reconoce el impulso generador de cualquier aspiración en el mundo, si es verdaderamente creativa: el amor. Amor que, si es genuino, se diluye en la verdad y la belleza del ejercicio poético, que es además,  la manifestación del puro predominio de la poesía. Así las cosas, el amor y poesía –casi juanramonianos- se vierten en estos versos con la pasión del que intuye que la plenitud del alma radica en la comunión del ser y el deber ser que el amor verdadero implica en las vidas del espíritu, no obstante, sensorial sensible y sensitivo del poeta verdadero, y que Magda Robles nos muestra con un comprometido ejercicio de amor y poesía en estos versos de En piel del ángel caído.

                Muy bien pudiera ser el amor en estos poemas el orden justo y también objetivo que Max Scheler[7] aspiraba en su ideal tan sabia y cristalinamente. Estos versos muestran el reconocimiento de la poeta de la realidad del ser mostrada por el amor, el cual que permite ver en el amado y la luz poética que lo descubre nada menos que  a otro yo mismo. El alma enamorada dícese que canta la perfección de la forma[8] más allá del goce estético pero que vuelve a él en tanto que la pasión acaba por atenuarse.

                Veremos cómo el amor también adquiere en esos versos el sentido pascaliano mediante el que entrega el corazón, en realidad lo hace a las cualidades de la persona amada, si es que siempre el otro será terra incognita a la cual se ama precisamente por esa cualidad de diferencia[9]. Si el amor es De carne y tiempo,[10] lo será a tenor de que la conciencia amorosa y aquel ethos –ética- que anunciaba al principio se ofrecen en una secreta afinidad, manifiesta en esta visión sumaria de excepción que es, En la piel del ángel caído, y donde el Eros es ya moral inextinguible,  y aunque hacer el amor es languidecer ante la realidad del imposible dominio del otro, y es que esa separación es inevitable, no hace sino confirmar la relación amorosa verdadera.

                Si para el poeta hay una clara lógica poética que rige los designios de su arte, para el enamorado es también imprescindible el reconocimiento de su razón de amor que, acaso, no dicta mucho de aquella que alimenta a la del poeta. Pero la realidad es que son muy pocos los que penetran en el significado del amor (y de la poesía), pues bien, aquí encontrarán sendos y hermosos argumentos con los que poder disfrutar e indagar en sus profundos y deleitosos misterios, sobre todo ante la degradación y empobrecimiento de dicha significación que hoy acaba orientándose hacia la materialidad que expone con evidencia la decadencia interior del ser humano de la modernidad.

                Más allá de lo físico y sentimental (lejos de la pandemia regresiva de lo sexual), En piel del ángel caído, de Magda Robles León, se ofrece como una respuesta al prejuicio material evolucionista en sus contenidos poético amorosos, en el que el amor mismo se sitúa lejos tanto de la moral sentimentaloide, como de la herencia material evolucionista que muestra el sórdido mundo de lo sexual como un fin en sí mismo, anclado en la ancestralidad primitivista, sino como la caída y la regresión de un impulso que no pertenece a la esfera biológica[11] tanto como al impulso creador, capaz de colocar el poder del fuego creativo a disposición del alma sensible e inteligente y capaz de trabajarlo, y es que solo la pasión que incide en el amor es el  único que en el ser humano propicia la unidad fulgurante del ser en la belleza que es la poesía.

Francisco Acuyo




[1] El orden que propicia el amor en el más pleno sentido agustiniano y que ocupa lo más alto de la jerarquía de los valores.
[2] Poeisis, como potencia creativa originaria y que deriva del ser en plena conciencia, que diría Platón: causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser.
[3] En penumbras se hizo verbo, Jizo ediciones,  Premio Cervantes de poesía de la ciudad de Armilla, Granada, 2013.
[4] Sea esta voz semilla tuya. // Perpetua. // Esparcida al viento.// Del poema que abre el libro, Declaración de intenciones.
[5] De cierto os digo que si el grano no cae a tierra y muere, queda él solo, pro si muere lleva mucho fruto, Juan 12-24.
[6] Te encarnaré en vida // si te despojas en mí. // Del poema,  Desnudo.
[7] Scheler, M. : Ordo amoris, Caparrós editores, Madrid 1996, p.21.
[8] Finkielkraut, A.: La sabiduría del amor, Gedisa, Barcelona, 1993, p.46.
[9] Véase a Levinas E.:  El tiempo  y el otro. Paidos Ibérica, Barcelona, 1993.
[10] Poema así titulado, p.53
[11] Evola, J.: Metafísica del sexo, José J. de Olañeta, editor, Barcelona, 1997, p. 22.

"En piel del ángel caído", reseña de Carlos Benítez Villodres

ABRAZADO A LA ESPERANZA

En piel del ángel caído
Magda Robles León
El Torno Grafico Ediciones, Granada 2016

Carlos Benítez Villodres
Málaga

Tras haber degustado los poemas de “En piel del ángel caído”, admirable y refulgente libro de la poeta granadina Magda Robles León, grabo en la sangre del mundo y de la humanidad que dicho poemario es una joya poética con una hondura, exquisitez y calidad líricas que conmueven, que asombran. Efectivamente, me impresionaron, tanto en su aspecto formal como en su contenido sustancial, las creaciones poéticas que componen la ya mencionada obra. Esta afectación se transformó en luz, en una convicción profunda, pues sentí en mí el deleite de hallarme ante una poeta genial, que sabe darle emoción artística a la palabra con mágico entusiasmo creativo. En su poesía inmaculada y generosa encontré el santuario de los sentimientos de la autora. De él brota de forma entrañable, definitiva, la grandeza de su poética, como un sol lírico que da vida y caldea a mi esencia y a mi vida, a mis pasos y a mi quehacer cotidiano… Todo ello es fruto de la empatía que surgió automáticamente entre su interioridad y la mía.   
            
Escucho serenamente su voz potente, arraigada a la firmeza y a la sublimidad, que crea manantiales de gozo en medio de los entresijos de mi psique: A aquel hombre le habían apagado su linterna, / le habían roto el beso de su aurora; / pero / aprendió a acariciar a las luciérnagas, / y, en medio de la noche, componía / el más soberbio canto a la esperanza. /

Poesía la suya de ancho aliento, de verso derramado, muy auténtica, muy sincera, brotada del oleaje de la vida y por él bañada. Sus poemas tienen una intensidad expresiva en constante ascensión, una belleza que sorprende, que atrae, un sincronismo sinfónico absolutamente cálido y penetrante y una tensión poética que proporciona al lector los estímulos vitales en sus esencias y matizaciones para seguir caminando.

Ciertamente, la concepción poética de Magda Robles tiene esa clave de génesis y alimento que proporciona la armonía entre el léxico por ella usado y lo sustancial de sus creaciones líricas, entre la sonoridad o musicalidad de la sintaxis y la luz interna o luz poética, entre el campo de la estilística y la magia de lo creado…  “La poesía, refiere el poeta y pintor chino Gao Xingjian, es útil de muchas maneras, pero sobre todo es instrumento para observarnos a nosotros mismos. Porque cuando se concentra la atención internamente surge la poesía y empieza la aventura emocional de la palabra”.

De nuevo su voz exquisita me llega, y acoge en sus entrañas mis sueños y deseos, mis afectos y pensamientos…: Es tu cuerpo el templo / que mi palabra habita / con la certeza de que el silencio / también tiene su propio lenguaje. // Es evidente que Magda Robles posee una entidad lírica propia, un estilo personal sumamente entrañable y definitorio, es decir, una poética con una elegancia expresiva, con unos dones innovadores, sugerentes, con un temple fascinante… Gracias a esta magia personal, Magda seduce al lector que penetra hasta las simas más profundas de sus maravillosos poemas.

La poesía de Magda Robles León dejará su impronta en el lector de hoy y de mañana porque la poeta sabe perfectamente plasmar sus creaciones poéticas en el corazón y en el intelecto humanos con sus descubrimientos nuevos de la belleza, con su sensibilidad cristalina sin límites, con la palabra poética exacta, con la autenticidad de su intimidad vital, arropada por la vitalidad y la nobleza que caracterizan su persona abiertamente honesta y coherente y generosa.  


“En piel del ángel caído” su autora realizó un potente despliegue de sus facultades humanas y poéticas, ensamblando una serie de dispositivos configuradores de las riquezas de su espíritu y de su intelecto con imágenes de dentro y fuera de las fronteras de su yo íntimo, obtenidas durante su constante caminar por la vida. Gracias a esta apertura de su orbe interno y a las manifestaciones o reproducciones del mismo, así como de todo cuanto conforman su entorno más o menos cercano a ella, cualquier lector, amante de la poesía, puede adentrarse en la galaxia lírica que creó la poeta granadina. Así conocerá, saboreará y podrá juzgar cada uno de los tesoros poéticos que donó Magda Robles a la humanidad del presente y del futuro. Sirvan, pues, estas palabras mías como una invitación al lector para sentir, en los adentros de su ser, las sombras y las luces, que habitan “En piel del ángel caído”.      


Reseña de "En piel del ángel caído", por Loida Ruiz Rodríguez

Tener amigos que conspiran "contra" ti es así de maravilloso.... Me guardo aquí este regalo, que tiene su refugio en el blog Frente al silencio, para no perderlo. Gracias...


Loida Ruiz Rodríguez. Reseña de: "En piel del ángel caído" de Magda Robles León. El Torno Gráfico Ediciones, Granada 2016.





 ¿Cómo no estremecerse ante cualquiera de los poemas de Magda Robles?

      Descubrí la obra de esta autora gracias a las redes sociales y blogs donde, generosamente, vierte su poesía. Más tarde me llegó en papel. Todo un placer leerla en este formato... Quienes conocemos algo de su obra sabemos de la facilidad con la que sus versos logran conmover, en el sentido más horaciano de la palabra.

      Con su último libro, En piel del ángel caído, la granadina continúa con una poesía evocadora, íntima y profundamente comunicativa. Una evolución sobre el camino iniciado en su primer poemario, En penumbras se hizo verbo, XVII Premio Nacional de Poesía "Miguel de Cervantes" de la ciudad de Armilla. Una confirmación ampliada y evolutiva a la voz propia de una poeta que, pese a su juventud, imprime en su obra una solidez y hondura emocional propias de una poesía con un amplio bagaje.

      Con el título se nos sitúa ante el mito del ángel caído: Lucifer. Ángel, de luz y de tinieblas, inspiración para poetas. El mito del ángel caído cobra importancia desde la Literatura romántica (de gran importancia para entender el quehacer lírico de la autora) ya que en él se identifica al poeta como tal, esto es, un ser que pese a estar marginado por una sociedad materialista y poco espiritual se muestra como el más capacitado para enfrentarse y dar salida y explicación a través de la palabra, el verbo, a los sentimientos más humanos pero menos racionales. Se pone así, la autora, en piel del ángel caído para hurgar en lo más profundo de su alma y en los recovecos más oscuros de la condición humana: “Me conjuras./ Y soy Sherezade/ hilvanando roces y letras/ en mil noches sin retorno” (SHEREZADE); “Ser caído y ser ángel/ en esta fugacidad de pieles/ y la eternidad de un instante/ en que desaparece el mundo” (ANGELS WITH DIRTY FACES).

      No parte en este último libro de la dicotomía Vida y Muerte, pero consigue llegar a estas y otras cuestiones a través del Amor. Porque EPAC presenta una poesía de fuerte carácter reflexivo y, pese a que se centra en el más intenso de los sentimientos humanos, el primigenio, poematiza también otras cuestiones universales. Amor, vida y muerte se funden finalmente porque “somos y existimos al amar” pero “todas las pasiones terminan en tragedia, todo lo que es limitado termina muriendo, toda poesía tiene algo de trágico”, en palabras de Novalis.

      En los versos de EPAC nos encontramos la interpretación de un amor idealizado, imposible y soñado; del amor perdido, que se recuerda con dolor, de la espera ardiente y llena de deseo; del amor pecaminoso y redentor a la vez... Es el Amor, en su acepción más extensa e intensa, el que se nos dibuja en los versos de este libro. El amor universal que atraviesa épocas, desde el pasado, en el presente y hacia el futuro. Y se viste esta visión vital con ropajes ya conocidos. Nos envuelve su poesía en ecos de un morir de amor provenzal, de un amor barroco y místico que se encuentra en el germen de la poesía romántica pero, sobre todo, con un amor que hunde sus raíces en el Romanticismo inglés y norteamericano más oscuro y en la literatura gótica (no podemos olvidar la formación académica de la autora). Así nos ofrece Magda Robles en cada página su visión del Amor y de la naturaleza misma del hombre. Suenan con fuerza en su poesía palabras de Poe, de Keats, de Shelley, a ellos se dirige. De ellos toma esta concepción del amor romántico y del poeta como figura maldita. Dice Magda Robles en su poema INCARNATIO, “Somos ángeles/caídos sin derrota./Reflejos oscuros y mortales/de un dios que teme/descubrirse en carne” y nos recuerdan sus palabras a las de Keats: "El poeta es un ser sin identidad, lo es todo y no es nada; no tiene carácter; disfruta la luz y la sombra (...) Un poeta es el ser menos poético que haya, porque no tiene identidad: está continuamente sustituyendo y rellenando algún otro cuerpo (...) El poeta carece de todos, es imposible identificarlo, y es, sin duda, el menos poético de todos los seres creados por Dios (...)”.

      A través de la palabra habla la poeta y conjura al sentimiento amoroso, se erige ante a él como sacerdotisa, se ofrece a recuperar la voz de poetas pasados y de poemas futuros y ofrece su semilla: su voz, “He necesitado/tan solo /trece mil latidos/y un instante /para nombrarte.(...)/Sea esta voz semilla tuya./Perpetua”. (DECLARACIÓN DE INTENCIONES)

      Verso a verso, a lo largo del libro, encontramos el fruto de esta ofrenda. Y la poesía es su forma de redimirse ante él, se impregna de Amor para precipitar necesariamente su concepción romántica de la vida en la escritura, porque para ella amor, vida y muerte se conjuran en una tríada indisoluble para nacer en la palabra “Quizá este hurgar no sea más/que otra forma de nacer de nuevo” (QUIZÁ).

      En esta visión del amor hay además una aceptación de la autodestrucción, de la tragedia, porque en él se deposita la esperanza en un renacer, en la armonía del Uno y el Todo y, por supuesto, el amor carnal se hace explícito en unos versos que tienen su lugar frecuentemente en el tálamo de los amantes “Recuerdo un tiempo/de árboles soñados./De inmolado aliento/entre sábanas hambrientas” (AMOR Y TIEMPO); “Ordena y desordena instantes/que aguardan tirados sobre la cama” (NUEVO DÍA). Es la presentación del sexo como milagro de la renovación, de la resurrección a través del contacto de los cuerpos “De renacer en ti/ y a través de ti/que restañas mi herida” (QUIZÁ).

      El Amor en su más pura virtualidad, en su más amplia totalidad. A él se entrega primero, para ofrecérnoslo, después, en este poemario, porque “alguien debió avisar/de que venimos al mundo/con una bomba/oculta en el pecho” que “disfrazada de ternura” nos provoca placer, dolor, nos condena y nos salva a la vez.

      Con una voz que encuentra su hábitat más natural en el anochecer, en el alba, entre arcanos y misterios que vaticinan deseos frente a la realidad que nos circunda; con una poesía repleta de símbolos y metáforas, donde lo onírico y lo real se funden “Me amaneces en las manos./ Eres el instante de luz/que eriza la piel/ y deja sentir cómo florecen/ jazmines en la carne” (LUZBEL)”; de choques y encuentros de figuras antitéticas y contradicciones imposibles, como contrario es el amor “Y la noche solo ilumina/una luz plagada de sombras.” (LINAR) ; con una disposición gráfica del verso que se adapta al contenido del mismo, con libertad, sin ataduras... la poesía de Magda Robles, insisto, nos conmueve y nos estremece.




      Con su último poemario, En piel del ángel caído, ha sabido recoger el tópico literario del amor romántico y gótico y actualizarlo, con una poética original, que lo acercan más a la realidad del lector de hoy. Ya sólo queda tenerlo entre las manos y disfrutarlo, a ser posible acompañado de buena música. Mientras lo releo suenan de fondo voces que me incitan a disfrutar el silencio Enjoy the silence... Y acompaño su lectura con la música de Depeche Mode, creo que le viene que ni “
                       m
                       u
                       s
                       i
                       c
                       a
                       l
                       i
                       z
                       a
                       d
                       o”... 


Loida Ruiz Rodríguez. Reseña de: "En piel del ángel caído" de Magda Robles León. El Torno Gráfico Ediciones, Granada 2016.

Y ellos... 

Reseña de Ukigumo, de Ángel Olgoso


Título: Ukigumo
Autor: Ángel Olgoso;
Traducción al italiano: Paolo Remorini
Editorial: Editorial Nazarí S.L.
Colección: Daraxa
Páginas: 146 páginas
ISBN: 8494246518 ISBN-13: 9788494246517
Encuadernación: Rústica con solapas
Colección: Daraxa
 


“Entre las nubes,
el sol, zahorí celeste,
busca tesoros. ”



Decía del haiku el cineasta Andrei Tarkovsky que “con sólo tres puntos de observación, los poetas japoneses fueron capaces de expresar su relación con la realidad. No la observaron simplemente, sino que sin prisas y sin vanidades buscaron su sentido eterno.”  Por lo tanto, para llegar a aprehender esa trascendencia en toda su magnitud “el lector de un haiku tiene que perderse en él, como en la naturaleza, tiene que dejarse caer en él, perderse en sus profundidades como en un cosmos, donde tampoco hay un arriba y un abajo.” Sea por lo tanto con esa actitud que nos adentremos en las páginas del primer poemario publicado de quien ya es un reconocido maestro del relato corto, Angel Olgoso.

“Ukigumo”, primer poemario publicado hasta la fecha del autor, llega en una cuidada edición bilingüe hispanoitaliana de la mano de Editorial Nazarí. Paolo Remorini ha sido el artífice de la traducción, algo que esta antigua estudiante de italiano le agradece enormemente, ya que no siempre se puede refrescar un idioma de forma tan bella.  En él, Angel Olgoso adopta, de manera muy personal, el haiku como forma de expresión, modelando continente y contenido pero a la vez permaneciendo fiel a la esencia de esta breve forma poética japonesa. 

Leer “Ukigumo” es deslizarse por un prado idílico, personal e inexpugnable, durante un atardecer sereno, con el rostro vuelto hacia el cielo contemplando intangibles nubes pasajeras que se transforman en pequeñas ventanitas al asombro. Es sentir el gozo ante un manantial inesperado y su agua fresca, prestos a saciar la sed del caminante solitario. Es vivir con los ojos cerrados y el corazón abierto, descubriendo la vida que pasa en todo su esplendor, eterna, fugaz e inasible.  Leer Ukigumo es ver que, como el propio Olgoso indica, “Las estaciones pasan como un sueño” del que no apetece despertar.

“Kaoru” (Aromas), la primera parte del poemario, llega con olor a sal, a lluvia, a frío, a calima, a viento, a soledad sorprendida y a nostalgia.  Se salpican los paisajes otoñales, el invierno se contempla desde el mar o la montaña. La primavera y su dulce fruto irrumpen coloristas en la lectura cual cerezas montaraces. Se permite incluso un estornudo caprichoso. El estío se abre paso desvestido, con fanfarrias entonadas por insectos, el rumor a hierba seca, el tronar del “huracán de espinos” y la sombra de campos sin labrar.
Sin embargo, Kaoru no convoca tan solo al olfato: es también enormemente visual. Presenta el poeta a sus lectores un pequeño collage donde mezcla bermellones, granates, turquesas, azules, naranjas, verdes y amarillos con tonos grises de melancólica nostalgia. 

“Hojarasca otoñal:
arces pelirrojos, rubicundos álamos.
Melancólico esplendor.”

Y frente a todo ello, el poeta que contempla la inmensidad fugaz del paisaje, la transmite a su lector, y plasma una huella que se transforma en letras; el hombre, que torna la mirada hacia su íntima naturaleza, sublimado ante la belleza del entorno, y toma conciencia de la pequeñez humana. Porque somos instantes que se desdibujan, que se deshacen irremisiblemente en el devenir de los días.

Tempus fugit, y nosotros con él, ya que no somos más que criaturas hechas de tiempo que se acercan poco a poco a su destino (“Tu destino: salto de agua”). El tiempo y su victoria, la sensación de que estamos aquí tan solo de paso, permean todo el poemario. Como acertadamente afirma el poeta, incluso “las flores se marchitan//aunque se las ame”. Sin embargo, morir en Ukigumo no es un hecho trágico, sino un estado más en la constante metamorfosis que es el ciclo vital, por lo que incluso la muerte es motivo poético, y así queda recogida en estas páginas: misteriosa en su belleza decadente. 

Ukigumo es pues el embeleso, una sucesión de pequeños instantes de plenitud conjurados por el entorno, a través de sus elementos, que se desvanecen al confrontar la realidad. Es entonces cuando el poeta se lamenta: “Nada queda de la sublime pureza//en la feria de lo real.” Frente a la calma y la serenidad que nos aporta el contacto con la naturaleza, el terrible panorama urbano:

“Vómito y ruido,
desbarajuste y tedio:
ciudad.”

Tras este choque frontal y paisajístico llegan la piedra y su ruido. Akashi (Gema) aporta la dureza, el sonido anclado en el invierno, el eco de unos pasos en eterno caminar. Los breves versos que componen Akashi son un puñado de piedras dispersas, que quizá se transformen en piedras preciosas. Son gemas inmersas en un constante movimiento, breves destellos cegadores que disfrutan deslumbrando y que, tan solo en ocasiones, ponen en duda la propia existencia: “¿No he vivido?”

Ante esta incertidumbre, el poeta se refugia en la delicadeza de Utsemi, caparazón de cigarra. En esta última parte del poemario, los tres versos del haiku se transforman en dos, y en esta mayor brevedad la dualidad, la oposición de imágenes dibujadas en cada micropoema, se acentúan. El determinismo que embarga los poemas finales acrecienta el sentimiento de vacío, de añoranza, de ausencia y soledad (“Nadie te seguirá: //eres polvo arrastrado por el viento”); la sensación de fragilidad, de pequeñez del ser humano ante lo divino y atemporal de entorno natural cobra más fuerza si cabe. La apariencia y la impostura nos muestran su rostro. Porque vivir es sufrir,  y sufrir es estar vivo. Pero vivir también es asombrarse, recoger los pequeños instantes, y atesorarlos como verdadero aliento vital, como diamantes en bruto que una vez pulidos sacuden nuestro yo más íntimo.

“La límpida nube se retira y, soñolientamente,
pespuntea el tapiz del cielo-tierra.

Reseña de "Alejado del tiempo", de Ramón López Pazos

Autor: RAMÓN LÓPEZ PAZOS

Ilustrador: Santiago Caruso

ISBN13: 9788494246593
Clasificación: Relatos
Tamaño: 14x21 cm
Idioma de publicación: Castellano
Edición: 1ª Ed.1ª Impr.
Fecha de impresión: Julio 2014
Encuadernación: Rústica con solapa
Páginas: 330
PVP: 15€
Colección: Mexuar
  
Reseña de Magda Robles León

Comienzo a tener la sensación de que todo libro que incorpore una ilustración de Santiago Caruso tiene algo especial que decirme. Hace algunos días cayó en mis manos Alejado del tiempo, opera prima del madrileño Ramón López Pazos, con “San Antón en el desierto” del mencionado ilustrador en su portada. Ya sabemos aquello que decía Oscar Wilde acerca de la tentación, así que sin pensarlo me dispuse a caer en ella. 

Reseñar un libro de relatos no es asunto sencillo, por la diversidad argumental principalmente; y para más inri, con esta obra que me estreno en lo que a este género se refiere… ¿dificultad añadida? Vosotros juzgaréis.

Alejado del tiempo es un volumen que encierra veintinueve pequeñas grandes historias entre portada y contraportada, y un nutrido grupo de personajes de la más variopinta condición, unidos en sus ficticias vidas por un mismo hilo conductor: la fragilidad del hombre ante su propia existencia. Podríamos decir que Alejado del tiempo es el refugio tras el que se esconden las distintas voces narrativas frente a un enemigo común: la vida, y con el avance de la misma, la en ocasiones irónica, en ocasiones funesta, corrosión del ser humano. Y es desde este baluarte atemporal que cada uno de los personajes nos irá desvelando las armas con que lucha, y los resultados obtenidos en esa batalla, en carne propia.

En el título ya encontramos la clave que permite al autor diseccionar los miedos y fantasmas que encierra la naturaleza humana: la lejanía de un momento concreto, la atemporalidad, convierten cada relato en algo factible y a la vez ilusorio. Desde el realismo más crudo a la magia, el misterio y la fantasía; desde la tragedia al drama, la comedia o el humor negro; desde la lágrima inclemente a la indiferencia o la carcajada ante un esperpento desenfadado; desde un pasado a un presente, y quién sabe si quizá hasta a un futuro incierto no muy lejano, la voz narrativa, o voces en este caso, conducen al lector por una amalgama de situaciones que irán desvelando la falacia de una sociedad enquistada en las apariencias y el qué dirán. Una sociedad donde, con ciertas reminiscencias kafkianas, se condena al ostracismo al diferente, y se decretan la soledad y el destierro como única medida “defensiva” frente al “otro”, entendido como aquel que no es igual a la gran masa. Una sociedad plagada de rituales, anquilosada en convencionalismos sin sentido y formas que resultan ridículas y vanas ante el vacío que aporta la rutina, y sobre todo ante la muerte. 

Esta postura crítica permea la casi totalidad de los relatos, aunque el tono utilizado sea muy distinto en cada uno de ellos.  Ramón López Pazos va moldeando en cada historia el lenguaje que emplea de manera habilidosa, y lo adapta de forma magistral a su propósito. Y curiosamente, quizá gracias a esta variedad de registros, sea que en no pocas ocasiones encuentra una historia desgarradora su contrapunto irónico en otro cuento. Sirvan de ejemplo estos relatos: si en “Bangtú” conocemos la crueldad e inhumanidad tan salvaje y descarnada que en demasiadas ocasiones se esconde tras la fanática máscara religiosa, en “Habemus Papam” nos deleitamos con una broma llevada al extremo por el protagonista, a través de la apariencia e  impostura. Situación similar encontramos al comparar “El mayor castigo”, donde la muerte golpea con saña, y “Escarceo con la parca”, segundo relato del volumen, donde el finado analiza su propia mortalidad con agudas pinceladas de humor (negro, pensarán algunos, yo diría que hilarante…) del tipo “No se muere uno todos los días, ahí radica el problema, en la falta de costumbre.” 

Como podemos observar, el autor juega a ser una Alicia creadora que transita por ambos lados del espejo. Nos muestra un mundo real, fácilmente reconocible y familiar, con el que el lector puede sentirse plenamente identificado. Una realidad en que el desengaño, la (des)esperanza, la sorpresa inoportuna, la tiranía de la rutina en la vida y la pareja, la fatalidad, los accidentes, e incluso los caprichosos dados del azar marcan el ritmo. Pero también nos zambulle en el mundo de los sueños y las pesadillas, a través de un universo fantástico poblado de súcubos, quimeras y demonios. Alejado del tiempo encierra un homenaje a Edgar Allan Poe en “La clínica”, o a través de sutiles referencias a otras historias del gran maestro del cuento de misterio que aparecen salpicadas en los relatos; existe un guiño a aquellas tiendas de los horrores donde comprar cualquier insólito artefacto es siempre posible; tropezamos con el miedo ante la imagen arrebatada, que se enlaza a los fantasmas de Dorian Gray o el hombre invisible; y nos embarga un angustioso temor al conocer la naturaleza de los hombres cambiantes, ante las distintas metamorfosis o trueques de identidad, y los no menos extraños “monstruos” humanos. No quiero dejar de mencionar un relato de tránsito, pues establece un delicado puente entre ambos universos, real y fantástico. Se trata de “19 Viudas”, un pequeño cuento que combina las particulares circunstancias de un patio de vecinos, ¿acaso existe algo más común y cotidiano?, con el terror psicológico más aterrador y refinado. Tras su lectura, os aseguro que el lector jamás volverá a mirar de igual forma a sus congéneres colindantes... Jamás.

Mas a pesar de este travieso lado oscuro, el lector no puede evitar sentirse fascinado por la magia de un libro que lleva la ficción más allá de sus páginas. Pues Alejado del tiempo es, en definitiva, un interesante catálogo de los miedos, certezas, azares, perplejidades, realidades e inexistencias que llenan la mochila vital de cada ser humano.

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