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En Penumbras... de Magda Robles

En penumbras es donde los sueños cobran vida, junto al crepitar del fuego y el danzar de las llamas...

En piel del ángel caído, reseña de Francisco Acuyo Donaire


En piel del ángel caído,
Magda Robles,
Entorno Gráfico Ediciones, 
Colección El torno Gráfico, 
Granada, 2016


ÉTICA Y POÉTICA DEL AMOR


¿Qué será para el poeta el ethos recurrente que pone orden en su vida, sino el ordo amoris[1]? Si el principio creativo (poeisis[2]) rige el ser de su conciencia vital (que es mucho más que literaria, si en verdad es poeta y por lo tanto creador) y conduce consciente e inconscientemente su tránsito existencial hacia la razón de ser -y de subsistencia de vida-, aquel orden que anunciamos presidido por el amor, será la ética que ordena el sentir potente pero desdeñado, rechazado, arrojado, como de ángel caído desde el reino del amor supremo que una vez tuvo de la mano de Dios mismo, y que en virtud de su venida –caída- a la tierra mortal del dolor, ha de convertirse en el deber ser de la entrega incondicional, en la razón de amor, en fin, que dé sentido al fuego creador del poeta. He aquí, muy sintéticamente, el ser y el deber ser que reviste e inviste los versos de En piel de este ángel caído[3], de la poeta granadina Magda Robles León, en este su segundo libro de poemas publicado en Entorno Gráfico Ediciones, en su bella colección El torno gráfico.

                Si la voz de la poeta es semilla [4] que ha de morir[5] –entregarse incondicionalmente- para generar vida, es pues, el amor, ante la caída al mundo de lo mortal, lo que ha de salvar al ángel creador –poético-, en virtud de sus frutos, pues dará fuerza moral al acto creador para ser plenamente compartido. Si te despojas del verbo (sagrado que nombra lo inefable) será posible encarnar el objeto amoroso aun sin la voz e incluso misma de la poeta,[6] se habrá conseguido el amor que dura, desprendido de la carnal y efímera resistencia del deseo, más allá de la muerte, y es que para  Magda Robles el acto de entrega verdadero es la conjunción del acto divino y el humano en el único punto de coincidencia de valores, cual es el amor genuino.

                En piel del ángel caído, sí, es un libro de amor, donde el tópico –siempre prodigioso- ha nutrido la tradición más excelsa de la poesía universal en no pocas páginas memorables y que sigue propiciándose ricamente en la literatura de nuestra modernidad, no obstante, no verán en estas páginas desfilar el fastidioso, sentimental y acaramelado torrente de romanticismo trasnochado que empalaga con su lamentable llanto el amor como fuente de tortura lacrimógena hasta el hartazgo, muy al contrario, el amor como paradójica y sobria potencia de pasión hacia la verdad y la belleza en la que se pierde la poesía al contactar con el objeto amoroso y mediante la que reconoce el impulso generador de cualquier aspiración en el mundo, si es verdaderamente creativa: el amor. Amor que, si es genuino, se diluye en la verdad y la belleza del ejercicio poético, que es además,  la manifestación del puro predominio de la poesía. Así las cosas, el amor y poesía –casi juanramonianos- se vierten en estos versos con la pasión del que intuye que la plenitud del alma radica en la comunión del ser y el deber ser que el amor verdadero implica en las vidas del espíritu, no obstante, sensorial sensible y sensitivo del poeta verdadero, y que Magda Robles nos muestra con un comprometido ejercicio de amor y poesía en estos versos de En piel del ángel caído.

                Muy bien pudiera ser el amor en estos poemas el orden justo y también objetivo que Max Scheler[7] aspiraba en su ideal tan sabia y cristalinamente. Estos versos muestran el reconocimiento de la poeta de la realidad del ser mostrada por el amor, el cual que permite ver en el amado y la luz poética que lo descubre nada menos que  a otro yo mismo. El alma enamorada dícese que canta la perfección de la forma[8] más allá del goce estético pero que vuelve a él en tanto que la pasión acaba por atenuarse.

                Veremos cómo el amor también adquiere en esos versos el sentido pascaliano mediante el que entrega el corazón, en realidad lo hace a las cualidades de la persona amada, si es que siempre el otro será terra incognita a la cual se ama precisamente por esa cualidad de diferencia[9]. Si el amor es De carne y tiempo,[10] lo será a tenor de que la conciencia amorosa y aquel ethos –ética- que anunciaba al principio se ofrecen en una secreta afinidad, manifiesta en esta visión sumaria de excepción que es, En la piel del ángel caído, y donde el Eros es ya moral inextinguible,  y aunque hacer el amor es languidecer ante la realidad del imposible dominio del otro, y es que esa separación es inevitable, no hace sino confirmar la relación amorosa verdadera.

                Si para el poeta hay una clara lógica poética que rige los designios de su arte, para el enamorado es también imprescindible el reconocimiento de su razón de amor que, acaso, no dicta mucho de aquella que alimenta a la del poeta. Pero la realidad es que son muy pocos los que penetran en el significado del amor (y de la poesía), pues bien, aquí encontrarán sendos y hermosos argumentos con los que poder disfrutar e indagar en sus profundos y deleitosos misterios, sobre todo ante la degradación y empobrecimiento de dicha significación que hoy acaba orientándose hacia la materialidad que expone con evidencia la decadencia interior del ser humano de la modernidad.

                Más allá de lo físico y sentimental (lejos de la pandemia regresiva de lo sexual), En piel del ángel caído, de Magda Robles León, se ofrece como una respuesta al prejuicio material evolucionista en sus contenidos poético amorosos, en el que el amor mismo se sitúa lejos tanto de la moral sentimentaloide, como de la herencia material evolucionista que muestra el sórdido mundo de lo sexual como un fin en sí mismo, anclado en la ancestralidad primitivista, sino como la caída y la regresión de un impulso que no pertenece a la esfera biológica[11] tanto como al impulso creador, capaz de colocar el poder del fuego creativo a disposición del alma sensible e inteligente y capaz de trabajarlo, y es que solo la pasión que incide en el amor es el  único que en el ser humano propicia la unidad fulgurante del ser en la belleza que es la poesía.

Francisco Acuyo




[1] El orden que propicia el amor en el más pleno sentido agustiniano y que ocupa lo más alto de la jerarquía de los valores.
[2] Poeisis, como potencia creativa originaria y que deriva del ser en plena conciencia, que diría Platón: causa que convierte cualquier cosa que consideremos de no-ser a ser.
[3] En penumbras se hizo verbo, Jizo ediciones,  Premio Cervantes de poesía de la ciudad de Armilla, Granada, 2013.
[4] Sea esta voz semilla tuya. // Perpetua. // Esparcida al viento.// Del poema que abre el libro, Declaración de intenciones.
[5] De cierto os digo que si el grano no cae a tierra y muere, queda él solo, pro si muere lleva mucho fruto, Juan 12-24.
[6] Te encarnaré en vida // si te despojas en mí. // Del poema,  Desnudo.
[7] Scheler, M. : Ordo amoris, Caparrós editores, Madrid 1996, p.21.
[8] Finkielkraut, A.: La sabiduría del amor, Gedisa, Barcelona, 1993, p.46.
[9] Véase a Levinas E.:  El tiempo  y el otro. Paidos Ibérica, Barcelona, 1993.
[10] Poema así titulado, p.53
[11] Evola, J.: Metafísica del sexo, José J. de Olañeta, editor, Barcelona, 1997, p. 22.

2 comentarios :

  1. Qué reseña tan bonita, tan exhaustiva!
    es que me encanta como escribes, qué manera de hacer poesía!
    Un besazo Magda! Me alegro muchísimo por ti!

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    Respuestas
    1. Para mi es todo un lujo contar con una reseña de la mano de alguien como Francisco Acuyo... muchas gracias lunaroja!! Besote de vuelta!

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